Llamaron a la puerta del convento; la monja que abrió se encontró a un joven y apuesto soldado que traía un pesado saco sobre su hombro derecho.
--Tome, hermana---le dijo el soldado a la monjita---aquí le traigo un regalo de la familia de Almudena para el convento, y soltó el saco en mitad del rellano.
Este es el final de la historia, pero permitidme retrotraerme un poco más atrás en el tiempo, exactamente a dos meses antes:
El joven soldado estaba recién llamado a filas... Cualquiera que lo tratara vería en él a un tipo atractivo, serio y muy formal; quizás un poco solitario y retraído, es verdad. De hecho no se le contaban muchos amigos; sólo un par de compañeros de batallón confesaron haber hablado con él alguna vez.
Justo enfrente del Cuartel de Alabarderos, donde militaba el joven soldado, vivía una chica muy mona, Almudena, de inmensos ojos azules y cabello rubio. Él la vio una vez y ya nunca la olvidó.
Las tardes de permiso la esperaba a la vera de su puerta y le hablaba de amores. Ella cayó rendida en sus redes primorosas.
El soldado y Almudena se prometieron amor eterno.. Vivieron días felices. De la mano se les veía pasear enamorados por las calles de la ciudad.. pero..
La familia de Almudena, rica e influyente, no aceptó la relación y menos la boda; él era pobre; a años luz de su distinguido pedigrí familiar..
El joven insistió mucho, les dijo que la quería, que la haría feliz, y lloró, ¡oh, sí lloró de veras por su desdicha!... Pero, nada nada, la familia se opuso frontalmente al devaneo. Incluso amenazaron con meter de monja a Almudena, para disuadirlos..
Como el joven no aflojaba y ella tan enamorada, un convento cercano a su domicilio fue el elegido por la familia para que ella se enclaustrara.. Y todo con tal de que olvidara al molesto soldado.
La tarde anterior a su entrada al convento el soldado se citó con ella, para despedirse, le había dicho. No era tarde, aunque el sol declinaba.. Y en la penumbra de la calleja de la cita, en vez de besos y caricias de despedida corrió la sangre.. El chico le descerrajó dos navajazos en el corazón y la descuartizó allí mismo..
Metió los restos de la joven en un saco y se presentó en el convento. Luego aporreó el aldabón de la puerta. El resto ya lo sabéis..
Al lugar donde ocurrieron los trágicos sucesos le llamó la gente “calle del Soldado”.. Más tarde y para quitar connotaciones sangrientas, el Ayuntamiento le cambió el nombre a la calle por otro más agradable, calle Barbieri se llama ahora.. Ya nadie recuerda el suceso, ni a Almudena..
Joaquín
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarMadre mía que barbaridad y que sigue pasando
ResponderEliminar