Cuando hombres y fortuna me abandonan,
lloro en la solead de mi destierro,
y al cielo sordo con mis quejas canso
y maldigo al mirar mi desventura,
A pesar de que casi me desprecio,
pienso en ti y soy feliz y mi alma entonces,
como al amanecer la alondra, se alza
de la tierra sombría y canta al cielo:
poder recordar tu amor es tal fortuna
que no cambio mi estado por cosa alguna.
--Shakespeare
Estamos a final del otoño.. un malvado ladrón está a punto de cometer un terrible asesinato en la calle Romanones de Fuente de Cantos, a las afueras del pueblo.
Son las doce de la noche, y un joven que vive al final de esa larga calle, vuelve a casa tras haber dejado a su novia en la plaza del Olmo..
El ladrón con la intención de robarle las cuatro perras y el móvil, saca un cuchillo de grandes dimensiones y fuera ya del escondrijo, entre las sombras de una esquina, se dispone a asestarle el golpe mortal y traicionero ¡asesino!, ¡qué horror!..
¿Y por qué Dios consiente este acto tan horrible, tan injusto? ¿Por qué permite a este asesino truncar la vida de un fuentecanteño honrado con toda una vida por delante? ¿No es Dios todopoderoso? ¿No lo sabe todo de todos? Entonces.. ¡¡por qué no hace que el ladrón se arrepienta en el ultimo momento y suspenda su execrable crimen!!..
No sé, quizás nos hubiera sacado de dudas San Agustín.. Él era un cristiano convencido y tampoco entendía cómo Dios, omnipotente, todopoderoso, supremo, creador de todo lo visible e invisible, posibilitara que tantas desgracias acaecieran a los hombres en la tierra..
Me consta que ésta negativa de Dios a solventar todos los males también traía a San Agustín por la calle de la amargura..
Pero una noche, pensando, San Agustín dio con la tecla.. ¡resulta que Dios no tiene el poder absoluto!.. Llegó a la conclusión de que el bien proviene del alma y el mal del cuerpo, con todas sus debilidades, sus deseos y su tendencia a descarriarse.
Esto explicaría por qué la gente comete maldades.. Con esta idea tenemos resuelto el enigma de las desgracias humanas y del por qué Dios no puede solucionar todo lo malo que sucede en el mundo.
El dilema del bien y el mal en el mundo lo interpretó San Agustín identificándolos como Dios y el Demonio.. Pero entendió que esa lucha interminable de ambas fuerzas no era del todo lo que Dios había dispuesto, así que llegó a la conclusión del libre albedrío de los hombres en la tierra.
Con el libre albedrío al que tanto le costó llegar San Agustín, solventamos este grave misterio y desazón de los hombres con Dios..
Dios nos creo libres para que nosotros eligiéramos el camino a seguir; y allá nosotros con nuestras decisiones.. Podemos ser buenos y luego nos acogerá en su seno.. O malos y seguir al Demonio, y perdernos definitivamente en el infierno..
Agustín sostenía que era mucho mejor que Dios nos permitiera elegir. De otro modo seriamos como marionetas con las que manejaría nuestros hilos para que nos portáramos bien.
Supongo que, para los creyentes, estas ideas de San Agustín os ayudarán a soportar tantas desgracias. Me consta que lo sobrellevaréis mejor, al menos tenéis a alguien superior a quien pedir cuentas.
El resto (ateos) tendréis que resignaros a los designios de la naturaleza.
Joaquín
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