domingo, 31 de enero de 2021

Cuando éramos alguien

                                                                                 




He cometido el peor de los pecados

que un hombre puede cometer. No he sido

feliz. Que los glaciales del olvido

me arrastren y me pierdan, despiadados.



Mis padres me engendraron para el juego

arriesgado y hermoso de la vida,

para la tierra, el agua, el aire, el fuego.

Los defraudé. No fui feliz...

--Borges--



El embajador español pidió audiencia al todopoderoso Papa Gregorio XIV, para tratar unos asuntos.

Gregorio XIV era un tipo desabrido y vanidoso, apenas prestaba atención a lo que nuestro diplomático le explicaba.. 

El embajador seguía hablando, pero el pontífice perdía el tiempo manoseando un valioso gatito de angora apoyado en su regazo o mirando las musarañas..

El embajador, D. Francisco de Álava para más señas, cabreado ya por la descortesía del Sumo Pontífice, se acercó a él, cogió al gato por el cuello y lo tiró al suelo.. 

--¡Oh, pero cómo os atrevéis!---exclamó el Papa. 

Con las mismas, fuera de sí, le arrojó una campanilla de oro macizo que tenía sobre la mesa. 

D. Francisco, con aplomo y sin inmutarse, se la devolvió después de haberla besado, diciéndole: Algún día ésta campanilla tendrá que pregonar nuestra fama en el mundo.. E inmediatamente abandonó la audiencia. 

Dicen que el Papa, pasmado ante tal osadía, soltó por lo bajines: ¡No se puede negar que éste hombre los tiene bien puestos!... 

Claro, que les hablo del siglo XVI, cuando éramos alguien en el mundo..

Joaquín





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