Nada puedo decirte,
y mira que me gustaría.
Es tarde, lo sé, no te hice
caso cuando debía;
otra llenaba mi corazón.
Ahora mandaría al carajo a aquella,
que tanto me hizo sufrir.
Pero tú estás ya en otra historia
y maldito caso me harías.
--Joaquín--
Había una vez en Madrid una casa, más bien un edificio pues estaba compuesto por una serie de pisitos pequeños que se alquilaban a gente de muy variopinta clase: prostitutas de medio pelo, serenos, manolos sin oficio ni beneficio o gente de la farándula; hablamos del siglo XIX; la llamaban, casa de “Tócame Roque” y estaba situada en la calle Del Barquillo esquina con la de Belén, en el barrio de Chueca.
Las escenas vecinales que se daban en la casa a diario eran de traca: gritos, peleas, olor a cocido, voces altisonantes, insultos, agarrones entre comadres.. vamos, lo típico en aquel Madrid castizo y chulapo de otros tiempos.
Los caseros de la casa (dueños) eran Roque y Juan, dos hermanos asturianos que habían heredado la casa de un tío lejano. Por cierto, por culpa de esa herencia se llevaban fatal.
El testamento no quedó claro y ambos se disputaban con verdadera saña el edifico. Cuando se veían por la calle se miraban de soslayo, y en su deje astur, se decían..
--Tócame a mi la casa, Juan---decía Juan
--No, tócame a mi, Roque--contestaba Roque
Esto es verídico..
Joaquín
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