Acaso en la primavera
no florezcan los rosales,
pero florecerán en la otra primavera.
Acaso en la otra primavera
todavía no florezcan los rosales...
Pero florecerán en la otra primavera.
--Dulce María Loinaz--
La de vueltas que da la vida. Digo esto y, aunque lo soltamos a menudo sin mucha convicción, es una verdad como un templo. Lo que hoy es una cosa ayer fue otra muy distinta y mañana lo será aún más si cabe. Me estaba acordando, mientras pensaba en esta manida frase, en el devenir de las personas y en lo que se cambia en unos pocos años Sí, lo sabéis, se cambia en salud, en riqueza, en bienestar, en el amor, en la manera de pensar o en las prioridades; en fin, en todo. Y no digamos en éste último año..
Pero si cambiamos la personas cómo no va a cambiar el mundo, y los países, y la ciudades y hasta los pueblos, aunque parezcan inamovibles e imperturbables. Por ejemplo, Fuente de Cantos, pareciera que toda la vida ha sido como es, y eso que, en general, al ser un pueblo ha cambiado menos que las grandes ciudades.
Todos guardamos en la retina la imagen panorámica del pueblo, con nuestra Iglesia de la Granada, inmensa mole, y la elegante Torre de granito, con sus cuatro campanas en las alturas presidiendo el paisaje urbano, y las cigüeñas, ¡claro!, pero no siempre fue así.
Esa foto fija que tenemos en la mente los fuentecanteños de nuestro pueblo, es así sólo desde mitad del siglo XVIII. En esa fecha se agrandó la iglesia y se levantó la Torre que vemos ahora, pero hasta ése siglo teníamos una iglesia más bien modesta en comparación, y digo modesta por no decir raquítica.
Mirad: aquella vieja iglesia, que estaba bajo la advocación de Santa María, constaba de tres naves no muy grandes con techos de cantería y madera. A los pies, una tribuna de madera, un órgano y la pila de bautismo. Por el lado que daba a la plaza sobresalía un portal elevado cubierto, de ladrillos, y al lado un campanario y una Torre, muy bajita y de ladrillo también. Eso si tenia dos campanas y un esquilón. En su interior cuatro altares en medio de la capilla central. Las principales y más reverenciadas imágenes eran: Santa María del Antigua, Santa Catalina, San Juan y San Bartolomé. La talla de San Isidro, ni estaba ni se le esperaba, todavía. En ésa lejana época aún no se le había ni santificado, y menos ser patrón de los labradores..
Pero si esa era la iglesia principal, imaginaros el otro gran símbolo del pueblo, la Ermita de la Hermosa. Pues qué decirles de cómo era antes de ese siglo; una capillita de poca monta a las afueras. Constaba de un edificio modesto precedido de un corral descubierto. El cuerpo de la iglesia era de tres naves pequeñas con arcos de ladrillos y techo de madera y tejas. Luego, el pueblo creció y tuvieron que designarla parroquia, junto a la de abajo, para atender a tantos fieles. Mas tarde volvió a ser ermita. Eso sí, la imagen de la virgen siempre ha sido muy venerada..
Coquetas ermitas teníamos entonces para dar y tomar. La de los Mártires, al final de la calle del mismo nombre, estaba bajo la advocación de los santos San Sebastián y San Fabián. No era muy grande y estaba precedida por un corral tapiado. Constaba de cuatro modestas naves con techo de madera y tejas y con varios altares en su interior.. Las paredes estaban pintadas con historias de la Biblia. Se mantenía a base de limosnas.
Ermita de la Misericordia, aún existe el habitáculo. En un inventario de 1852, el interior constaba de un altar de madera con el apostolado pintado de rojo y sobre él la imagen de Ntra. Sra. del Candelero. Parte del retablo se trasladó a la Parroquia.
Otra ermita era la de San Benito, en el camino de Valencia del Ventoso. Tenia una longitud de cinco tramos y una enorme puerta de madera de roble daba acceso al interior, donde existían tres altares.
La ermita de San Julián y San Blas, también era de modesta construcción. Al lado de ella sobresalía la casita del ermitaño encargado de su mantenimiento, un pequeño cementerio y pegado a él un huerto. Estaba situada al final de la calle San Julián.
La ermita del Santo Cristo, en la calle Olmo fue arrasada en la guerra civil y sus restos repartidos luego entre el convento, la Parroquia y San Isidro (púlpito y campana).
De la ermita de la Aurora aún nos queda su espadaña, tan vistosa. y de la ermita de la Esperanza, en la calle del mismo nombre, sus objetos sacros se repartieron por otras instituciones religiosas.
La ermita de Santa Lucía y Santa Victoria tenia dos altares uno para cada santa. Estaba dentro del pueblo, en lo ahora es la calle Santa Lucía y constaba de tres recoletas naves precedida por un corral.
La ermita de Santa Ana, en la actual calle Olmo, era una antigua sinagoga judía. Al ser expulsados de los judíos de España en 1492, un grupo de vecinos, por su cuenta y a base de limosnas, la transformaron en iglesia.
La ermita de San Marcos situada a la entrada del camino de Segura de León, tampoco se trataba de una gran construcción. Con el tiempo se declaró en ruinas por falta de atención y en su lugar se levantó el convento de San Diego.
La ermita de San Juan de Letrán fue de las más nuevas en el tiempo. Se fundó en el siglo XVI, en el camino de Calzadilla de los Barros. Sin embargo la que vemos ahora es sólo la capilla del convento de las monjas franciscanas concepcionistas que hicieron en el lugar, que luego se trasladaron a lo que ahora es la casa de cultura y el ambulatorio, para más tarde desaparecer con la desamortización.
Fuera del pueblo, más alejadas, aún contábamos con las ermitas de San Juan de la Puebla, situada en lo que es la dehesa de la Mata; la ermita de San Bartolomé del Villar, a media legua, en el camino a Medina de las Torres (Sabemos de ésta que a su alrededor había unas casas y unas viñas que pertenecían al misma ermita,) y la ermita de San Bartolomé de Aguilar, de dimensiones reducidas y con un cementerio a su lado. Como ven, lugares de culto no faltaban en Fuente de Cantos, pero eran cosas de otros tiempos. Ahora los parroquianos nos solemos reunir en otros lugares que en vez de altares tienen mostradores, y se llaman bares.. En fin..
Joaquín
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