domingo, 6 de diciembre de 2020

Dos cafés en el bar Salas y un secreto revelado

                                                                            



Mi adorada de un día, cariñosa

¿En qué piensas? me dijo.

En nada...en nada ¿y lloras? Es que tengo

alegre la tristeza y triste el vino.

--Bécquer--


Dos cafés todavía humeantes sobre una mesa del bar Salas eran testigos de nuestra conversación. Hablábamos de cosas livianas, frívolas. Por un momento cambié de asunto, me puse serio y le solté de sopetón:

--Perdona que te corte, Grani, pero te voy a confesar un secreto---le dije medio en broma---ya sabes que nadie es perfecto, el que más y el que menos adolecemos de alguna deficiencia mental aunque sea leve, yo el primero...

Se me mosqueó, arqueó las cejas y me dijo preocupada:

--¡Uy, no me asustes, Joaquín! ¿No me irás a sacar algún defecto, no?.

--No, no lo decía por ti, sino por mí---le respondí sonriendo---soy yo el que padezco un pequeño trastorno psíquico

--¡Qué me dices! ¡Qué tienes! ¡Cómo no me has dicho nada!---me imploró sorprendida

--No te inquietes, la cosa no es tan grave---le indiqué con ironía---a lo mío le llama la ciencia médica misofonía.

Me miró expectante. Sin duda esperaba más explicaciones

--¿Y qué síntomas da? No te noto nada raro---contestó 

--Jajaja, no, si el que tengo que notar soy yo---le dije con cachondeo---la misofonía no es otra cosa que irritarse al escuchar ruidos cercanos producidos por los demás, como sorber la sopa o masticar.

--¡Madre mía, no lo dirás por el ruido que hago yo comiendo!---se extrañó---¿he hecho ruido masticando el cruasán?, ¿no? ¿Es eso?

--Jajaja, qué no---insistí---te lo decía porque si miras a tu derecha verás a un tipo hablando y mascando con la boca abierta y está haciendo un ruido infernal.

Ella giró la cabeza y con disimulo echó un vistazo a la mesa contigua. Allí estaba el tipo, era forastero. Posiblemente peregrino camino de Santiago. Hablaba con otro mientras tronchaba un bocadillo de calamares. Era todo un espectáculo verlo y oírlo. 

--¡Dios mío, qué manera de ronchar!, jajaja---se carcajeó

Hicimos verdaderos esfuerzos para que no se notara el motivo de nuestras risas. Luego ya más calmados le dije:

--Churchill decía que su mujer y él almorzaron juntos una vez, pero que fue tan desagradable que no volvieron a repetir, jajaja. 

Grani rio también. Terminamos los cafés y salimos del bar, En la misma puerta nos despedimos. Tomamos caminos distintos. Ella iba a la farmacia de Toribio y yo a echar la quiniela.

Joaquín..





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