Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo después, de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros, medianos
y más chicos,
allegados son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que, cuando morimos,
descansamos.
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos,
las perdemos:
Decidme, la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
el color y la blancura
cuando viene la vejez,
¿Cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.
Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
¿Qué son sino corredores
y la muerte, la celada
en que caemos?
--Jorge Manrique--
Qué bonitas las coplas de Jorge Manrique. Se las dedicó a padre. Este tipo de poesías, que ensalzan a un personaje que ha muerto, se llaman elegías. Debéis saber que esta elegía es la más famosa en lengua castellana, ¡ahí es nada!.
Jorge Manrique murió de las heridas producidas por un ballestazo mientras asediaba el castillo de Garcimuñoz (Cuenca). Él era partidario de Isabel de Castilla en su guerra contra los simpatizantes de Juana la Beltraneja. Cuando sus compañeros descubrieron el cadáver y abrieron su zurrón, se encontraron con la preciosa elegía, entre algunas poesías más.
Y me diréis con razón:
---Vale, Joaquín, pero, ¿a qué viene esto si ya lo sabíamos?.
¡De acuerdo, esto lo sabíais incluso de la escuela!, pero... ¿A que no sabíais que el mismísimo hijo de Jorge Manrique, sí si, Luis Manrique, anduvo un tiempo por Fuente de Cantos? Pues sí, y os voy a contar la historia:
Fijaos:
A principios del siglo XVI, exactamente en el año 1.501, llegaron unos administradores eclesiásticos al pueblo a hacer una auditoría. Provenían del convento de San Marcos de León al que pertenecíamos, y dejaron anotado cosas muy interesantes.
Según los citados administradores, Fuente de Cantos era entonces un pueblo grande que se apiñaba alrededor de la plaza pública (Plaza de la Constitución) donde se situaba el mercado semanal y daba los pregones el alguacil.
Precisamente en esa placita se erigía una pequeña iglesia dedicada a Santa María, Nuestra Señora (actual parroquia), y justo enfrente de la iglesia, existían unas casas bajas que enseguida se acondicionaron para albergar a tan ilustres visitantes, maestres todos de la orden de Santiago. En esas casas bajas se construyó, pasado el tiempo, el actual Ayuntamiento.
Cuando se fueron los visitadores, después de inventariar todos los objetos sacros habidos en iglesias y conventos, dejaron el encargo de comprar una casa para la Encomienda Mayor (que entre otras atribuciones recaudaba impuestos) en la calle Llerena, y unas viviendas en la calle Santa Ana (actual calle Francisco Asuar) para almacenes, y....
¿A que no sabéis quién fue el encargado de hacer las gestiones pertinentes para esas compras? Pues sí, habéis acertado, os lo he puesto fácil, Luis Manrique, el hijo del famoso poeta Jorge Manrique.
En fin, no me digáis que no es un puntazo haber tenido en el pueblo al hijo de semejante personaje..
Joaquín
Ayuntamiento, donde estaban las casas bajas que alojaron a los visitantes
plaza del Ayuntamiento
Caño
calle Almendralejo
calle Calvario
La torre desde la calle Carniceros
Convento del Carmen
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