jueves, 1 de abril de 2021

Gente desaforada..

                                                                                



En costa lejana

y en mar de pasión,

dijimos adioses

sin decir adiós.

Y no fue verdad

la alucinación.

Ni tú la creíste

ni la creo yo

--Gabriela Mistral--


Para la mayoría de la gente las cuestiones sexuales debe ser, imagino, una labor necesaria (una más) entre los quehaceres cotidianos, pero hay excepciones. Para algunos individuos el sexo lo es todo.

Pero nada más lejos de mi intención criticar voluntades. Allá cada cuál con su deseos y apetencias, faltaría más. Incluso los muy promiscuos están de suerte, ya hay terapias que ayudan a superar esta, digamos erótica adicción. Antiguamente no era así. Mirad sino..

No sé si habrán oído hablar de la gran Lola Montes, la bailarina y cantante del siglo pasado. A pesar de que ella aseguraba haber nacido en Sevilla, realmente lo hizo en Irlanda, aunque su madre era andaluza. Era muy bella y ya desde pequeña se dio cuenta que podía sacar buen provecho de su maravilloso cuerpo. 

Lola se hizo una experta amante. Infinidad de gente importante de toda Europa pasaron por su lecho. Se la rifaban, como el compositor Franz Liszt, Alejandro Dumas, el escritor, o nada menos que el rey Luis I de Baviera, que se enamoró de ella hasta las trancas.

Lo de Charles Dickens, el mejor escritor inglés de la historia, también tiene migas la cosa. No solo se acostaba con su mujer, Kate, cosa lógica, sino que lo hacía con las dos hermanas de ésta, Mary y Georgina. Vivían todos juntos en la misma casa... Ignoro si estos regocijos eran consentido por todas...

Mucho más placentera fue la vida sexual de nuestro insigne Lope de Vega. Éste fue excesivo para todo; para escribir, para vivir, para el sexo, en fin... Se le reconocen docenas de amantes e hijos. Fíjense si fue garañón el tío que con más de sesenta años se amancebó con una chica de veinte, Marta Henares que le dio otro hijo, y después con Jerónima Burgos, otra jovencita.

Lope, para tapar su vergüenzas amatorias, se metió en la vejez en un convento. Pero no crean que acabaron aquí sus andanzas sexuales, ¡Qué va!, el tío siguió conquistando, y amando hasta el final de sus días. Lo dicho, los hay que nacen con estrellas...

Joaquín Yerga



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