martes, 27 de abril de 2021

En busca de la inmortalidad..

                                                                                   



Amigo, tú que tienes la luz, dime la mía..

Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas.

Voy bajo tempestades y tormentas,

ciego de ensueño y loco de armonía.


Ese es mi mal, Soñar. La poesía

es la camisa férrea de mil puntas cruentas

que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas

dejan caer las gotas de melancolía.


Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo;

a veces me parece que el camino es muy largo,

y a veces que es muy corto.


Y en este titubeo de aliento y agonía,

cargo lleno de penas lo que apenas soporto.

¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?

--Rubén Darío--



Si hubo un personaje excepcional que destacara por encima de todos en otra época, ese fue, sin duda, Alejandro Magno. Claro, que estamos hablando de algo más de tres siglos antes de que naciera ese otro gran hombre que fue Jesucristo..

El primero sobresalió por su belicosidad, su astucia guerrera y su valentía, no en vano viniendo de la región griega más insignificante culturalmente hablando como era Macedonia, consiguió con su reducido ejercito conquistar media Asia y Egipto e incorporarlos al mundo helénico. Al segundo, Jesucristo, le costó unos cuantos siglos más culminar su obra, pero llegó aún más lejos que Alejandro, aunque después de muerto, claro..

Alejandro Magno murió en Babilonia a causas de unas fiebres en el año 322 a.c. Sus generales quedaron hechizados por él tras su muerte; todos querían imitar su manera de ser, de vestir, de hablar, sus gestos... Celebraban los banquetes como a él le gustaban y su efigie la reproducían en todos los documentos, fachadas de edificios o monedas que se acuñaran..

Y todos querían adueñarse del cadáver de Alejandro, pero fue su general favorito, Ptolomeo el que, con argucias, se apoderó de él. Embalsamado con miel y especias dentro de un ataúd de oro, lo trasladó a la ciudad de Alejandría, fundada por el propio Alejandro, y lo expuso en un mausoleo abierto al publico (algo parecido a lo de Lenin en la Plaza Roja de Moscú)..

Según cuentan las crónicas, trescientos años después de muerto Alejandro, el emperador romano Octavio Augusto siempre había soñado con visitar su tumba, de tal forma que se le presentó la oportunidad cuando tuvo que ir a Egipto a combatir a Marco Antonio y Cleopatra (descendiente de aquel Ptolomeo). Tanto había imaginado el momento mágico de encontrarse frente a Alejandro que quiso darle un beso a la momia, con tan mala suerte que al tocarla se le rompió la nariz. Claro, que quizás fuera aquel un gesto de buena suerte porque luego se convirtió en el mejor emperador y el más duradero...

La tumba de Alejandro estuvo expuesta en Alejandría muchos siglos y a sus pies reverenciaron millones de sorprendidos súbditos y viajeros. El sarcófago fue destruido por alguna revuelta de las muchas que sacudieron la ciudad y, a pesar de los rumores, los arqueólogos no consiguen encontrar el rastro de la tumba. Hay quien piensa que el cadáver pudo tener un final digno del cosmopolita que fue el gran Alejandro Magno (troceado y convertido en miles de amuletos diseminado por el ancho mundo que él conquistó)..

Joaquin

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