martes, 6 de abril de 2021

Encantado de haberos reconocido..

                                                                        




He escrito con letra clara

en la pared blanca

un viejo pensamiento

que leí hace tiempo

en un libro sagrado:

Ama si quieres ser amado


He anotado con letra roja

en una inmaculada hoja

una inolvidable frase

que escuché a un vate

en un teatro recitar:

Nunca renuncies a la libertad

--J. L. Rubio--



Una vez, hace ya muchos años, durante un curso de literatura que me propuse hacer y que, por cierto, no acabé (como tantos otros), el profesor de la asignatura nos planteó un reto, hilvanar un cuento o un relato corto pero con la particularidad de que tratase sobre nosotros. Es decir, describirnos cada uno así mismo de manera novelada o descriptiva. Atendiendo a mis exiguas cualidades literarias elegí ésta última.

Ya les les adelanto que se me antojó cuanto menos comprometido realizar un ejercicio descriptivo de mí mismo sin que faltara a la honradez y a la verdad, porque, al menos, psiquicamente es muy complicado y mejor lo harían otros por mi, pero..

Describirme físicamente si es más simple. Podría pasar perfectamente por cualquier españolito de a pie, mezcla de razas y pueblos diversos. Es decir, y por tirar del tópico, el prototipo Homo Ibéricus que ha encarnado tantas veces en decenas de películas nuestro añorado Alfredo Landa, y que no es otro que: bajito, moreno y cabreado.

Fijaros: a pesar de la ingente cantidad de inmigrantes con los que convivimos actualmente aún no hemos mezclado nuestro ADN lo suficiente como para que se altere la fisonomía general de los españoles. Y créanme, es muy fácil reconocer a un español o española allende nuestras fronteras. Y conste que no lo digo por nuestra forma de hablar o gesticular; tampoco por los muchos decibelios que aplicamos al volumen de la conversación.

No obstante diferenciar a un extremeño o fuentecanteño del resto de los españoles si es tarea sumamente complicada, porque tenemos los mismos rasgos físicos que otros de cualquier región de España; ni somos más altos ni más guapos, ni más rubios, ni más gordos..

Si por casualidad viéramos a un grupo de jóvenes por la calle en una ciudad cualquiera sin oírlos conversar entre ellos, no sabríamos averiguar en que región de España han nacido. Eso sí, en cuanto abran la boca y se pongan a hablar enseguida descubrimos de qué lugar son del país..

Los fuentecanteños somos inconfundibles para nosotros mismos. Yo os aseguro que si escucho a un paisano o paisana en Madrid o Sevilla, no tengo que hacer mucho esfuerzo deductivo para saber que el susodicho o la susodicha es de Fuente de Cantos. El acento, el tono de voz, la cadencia, palabras propias, incluso los decibelios aplicados a la conversación me lo delataría enseguida. No ocurre así con los de fuera, que si nos oyen a nosotros dudan si somos extremeños, andaluces o medio pensionistas, y lo digo por experiencia propia..

Por cierto, y enlazando con el principio del articulo, ya me gustaría poseer el don poético de Antonio Machado y en cuatro palabras describirme a mi mismo. Como no lo tengo, le robo y me aplico ese poema suyo que dice...


Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,

pero mi verso brota de manantial sereno;

y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,

soy en el buen sentido de la palabra, bueno.

Joaquín






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