¡Oh!, siglo decadente, que te jactas
de poseer la verdad, tú que haces gala
de que con Dios, y con la muerte pactas,
devuélveme mi fe extraviada.
¡Tengo sed de saber y no me enseñas;
tengo sed de avanzar y no me ayudas;
tengo sed de creer y me despeñas
en el mar de teorías en el que sueñas
hallar las soluciones de tus dudas!
--Amado Nervo--
Lo dijo Johann Goethe, quizás el mayor intelectual alemán de todos los tiempos: “No hay nada más espantoso que la ignorancia activa”. Significa ser un ignorante y encima colaborar activamente uno mismo para que todo el mundo se entere.
Ejemplos de esto tenemos en las redes sociales por doquier. Gente que sin pudor y con alevosía apalizan al diccionario.
Con rotundidad: creo que tarde o temprano esos que comenten tres faltas en cada palabra percibirán, a fuerza de ver lo que escriben los demás, sus desvaríos gramaticales y se esforzarán en hacerle caso a su corrector. Y conste que todos cometemos faltas.
Y el caso es que aún se ve por ahí a algún zoquete que otro vanagloriándose de no haber leído jamás un libro. Pero, ¡cómo se atreven a ir por el mundo desarmados de saber y a mente descubierta!...
En fin, leer, como sabéis, conlleva no sólo evitar graves faltas de ortografía en unos tiempos en los que todos nos vemos en la necesidad de comunicarnos con las nuevas tecnologías, sino conocer y aprender de los más inteligentes y sabios que en el mundo han sido, y eso no tiene precio, o si...
Joaquín
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