miércoles, 7 de abril de 2021

Conmigo que no cuenten para eso..

                                                                                         



¿Quién pensara jamás , Teresa mía,
que fuera eterno manantial de llanto
tanto inocente amor, tanta alegría,
tantas delicias, delirio tanto?
¿Quién pensara jamás llegase un día
en que perdido el celestial encanto
y caída la venda de los ojos
cuanto diera placer causara enojos?

Aún parece, Teresa, que te veo
aérea como dorada mariposa,
ensueño delicioso del deseo
sobre tallo gentil temprana rosa,
del amor venturoso devaneo,
angélica, purísima y dichosa,
y oigo tu voz dulcísima, y respiro
tu aliento perfumado en tu suspiro.
--Espronceda--


Para ser felices nos dicen, entre otras cosas, que es contraproducente depender demasiado del cariño y del afecto de seres queridos por el impacto demoledor que supone en nuestro aparato emotivo y sentimental su desaparición de nuestras vidas.
Pero, claro, venimos al mundo sin manual de instrucciones, con la mente en blanco y sin estructuras definidas. Nada más nacer se nos aparece ante nuestros asombrados ojos unas cuantas figuras difusas y permanentes que al poco percibimos como nuestros seres imprescindibles. La primera y más cercana nuestra madre, que durante los primeros años de existencia será como un anexo de nuestra propia vida.
También nuestro padre o hermanos pasarán inmediatamente a ser receptores absolutos de nuestro aprecio y cariño. Tanto es así, que estaríamos dispuestos a dar o hacer cualquier cosa por ellos. Y por supuesto, nada ni nadie nos advierte ni nos pone en guardia contra esos amores ya imperecederos que nos acompañaran, por cierto, el resto de la vida. Con estos mimbres ¿Quién es el guapo que no se compromete? ¿Quién tiene el cuajo de vivir al margen para no sufrir?.
Mucho me temo que estos sabios consejos apelando al desapego afectivo no tendrán demasiada acogida. Siempre entenderemos que es preferible mil veces caer en la decepción amorosa o en la mas infinita tristeza por la muerte de un ser querido a no ejercitar las pasiones. Incluso soportaremos la infinita decepción cuando algún amigo nos traicione. Todo esto lo antepondremos, y más, antes que mostrar frialdad o indiferencia a las personas cercanas.
Y es que la mayoría de los mortales, irremisiblemente, elegiremos caer y volver a caer, en sufrimientos, decepciones o angustias, antes que vivir faltos de emociones primarias, sean éstas buenas o malas.

Joaquín Yerga


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