sábado, 24 de octubre de 2020

La infidelidad fue por estas fechas, finales de octubre

                                                                                



Mi corazón, un día, tuvo un ansia suprema,

que aún hoy lo embriaga igual que lo embriagó ayer;

quería aprisionar un alma en un poema,

y que viviera siempre... pero no pudo ser. 

--José A. Buesa--



Sucedió por por estas fechas

Cornelio, aún sabiéndose cornudo de verdad, se negaba a creer que su mujer, Eloísa, hermosa, lozana y muy casta (según él) yaciera en la cama nada menos que con el mismísimo Papa de Roma. Pero ante las pruebas tan evidentes que le proporcionó su amigo Desiderio, ujier del Vaticano, no tuvo más remedio que ir a comprobarlo con sus propios ojos.

Cierto día de octubre y gracias a la inestimable ayuda de su amigo, fue capaz de traspasar los controles que daban acceso a los aposentos papales. Entró sigilosamente en la cámara privada del Pontífice y los pilló in fraganti. Allí estaban los dos, su mujer y el Papa, duro que te pego y jadeando de placer como posesos.. 

No sabemos qué pasó por la cabeza de Cornelio (aunque os lo podéis imaginar). Tuvo que ser algo muy gordo. Según contaron después, primero se puso rojo de ira y luego, a punto ya de reventar de la indignación, se lió a palos con el Sumo Pontífice hasta dejarlo tullido a golpes..

Tampoco sabemos qué contundente objeto utilizó para la somanta, ¿quizás el báculo papal repujado en oro que estaría por allí? Es posible, pero, ¡¡Ay, Dios, qué retahíla de garrotazos le endiño al Sumo!!

El Pontífice garañón apenas tuvo tiempo de saltar de la cama, tapar sus vergüenzas con su túnica, calzar sus desnudos pies y salir por patas de aquel infierno de mamporros que le caía encima... De Eloísa, la mujer infiel, mejor no hablar, conociendo a Cornelio me imagino el negro futuro que le esperaba a la pobre.

Juan XII, el Papa apaleado, no le quedaron ganas de repetir hazañas amorosas y menos en carne ajena. Arrepentido de su furor sexual, que a la postre le llevó a quedar postrado en cama sin poder mover ni las pestañas del dolor, relató sus últimos lúbricos pecados a su confesor antes de expirar. Tiempo tuvo para eso; agonizó durante tres largos días con sus noches tras la soberbia tunda de palos..

Nada se sabe de cómo le fue a Cornelio y a Eloísa, aunque, como ya he dicho antes, por nada del mundo me hubiese gustado estar en el lindo pellejo de aquella atrevida dama.

Por cierto, éste episodio sucedió realmente en el año 964 del Señor, vísperas del Día de Todos los Santos. Por supuesto, nada que ver Juan XII con el carácter austero y casto del Papa Francisco; todo parecido es pura coincidencia..

En fin. 

Joaquín




1 comentario:

  1. Se ve que esto de los cuernos, ha existido siempre, vaya tiparraca,

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