sábado, 24 de octubre de 2020

Se negaba a creerlo, pero un día los pilló in fraganti en la cama

                                                                                


Sucedió por por estas fechas

El pobre Cornelio, aún sabiéndose cornudo de verdad, se negaba a creer que su mujer, Eloísa, hermosa, lozana pero muy casta, yaciera en la cama nada menos que con el mismísimo Papa de Roma. Sin embargo ante las pruebas tan evidentes que le proporcionó su amigo Desiderio, ujier del Vaticano, no tuvo más remedio que ir a comprobarlo con sus propios ojos.

Y un día de abril, gracias a la inestimable ayuda de su amigo, fue capaz de traspasar los controles que daban acceso a los aposentos papales. Entró sigilosamente en la cámara privada del Pontífice y los pilló in fraganti. Allí estaban los dos, su mujer y el Papa, duro que te pego y jadeando de placer como posesos.. 

No sabemos qué pasó por la cabeza de Cornelio (os lo podéis imaginar). Tuvo que ser algo muy gordo, según contaron después porque, primero se puso rojo de ira y luego, a punto ya de reventar de la indignación, se lio a palos con el Sumo Pontífice hasta dejarlo tullido a golpes..

Tampoco sabemos qué contundente objeto utilizó para la somanta, tal algún báculo papal repujado en oro de los que suelen abundar por allí... Es posible, pero, ¡¡Ay, Dios, qué retahíla de garrotazos le endiño al Sumo!!

El Pontífice garañón apenas tuvo tiempo de saltar de la cama, tapar sus vergüenzas con su túnica, calzar sus desnudos pies y salir por patas de aquel infierno de mamporros que le caía encima... De Eloísa, la mujer infiel, mejor no hablar, conociendo a Cornelio me imagino el negro futuro que le esperaba a la pobre.

Juan XII, el Papa apaleado, no le quedaron ganas de repetir hazañas amorosas y menos en carne ajena. Arrepentido de su furor sexual, que a la postre le llevó a quedar postrado en cama sin poder mover ni las pestañas del dolor, relató sus últimos lúbricos pecados a su confesor antes de expirar. Tiempo tuvo para eso; agonizó durante tres largos días con sus noches tras la soberbia tunda de palos..

Nada se sabe de cómo le fue a Cornelio y a Eloísa, aunque, como ya he dicho antes, por nada del mundo me hubiese gustado estar en el lindo pellejo de aquella atrevida dama.

Por cierto, éste episodio sucedió realmente en el año 964 del Señor, vísperas de Semana Santa. Por supuesto, nada que ver lo del cachondo Juan XII, con el carácter austero y casto del Papa Francisco; todo parecido es pura coincidencia.

En fin. 

Joaquín




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