domingo, 11 de octubre de 2020

El tipo que se recreaba frente al espejo

                                                                               




En tus aras quemé mi último incienso

y deshojé mis postrimeras rosas.

Donde se alzaban los templos de mis diosas,

ya sólo queda el arenal inmenso.

Quise entrar en tu alma, y ¡qué descenso,

qué andar por entre ruinas y entre fosas!

¡A fuerza de pensar en tales cosas,

me duele el pensamiento cuando pienso!

--Manuel J. Othon--


El tipo que tengo enfrente y me mira yo diría que no tiene mal aspecto. Por la disposición de las arrugas en su cara, calculo que apenas rebasará los sesenta y pocos. No, yo no apostaría más...

De estatura media y complexión robusta, quizás por esto último aparente menos de lo que mide realmente. Además los kilos de más que parece tener no merma en absoluto su moderada complexión atlética, aunque una tímida barriga va haciendo acto de presencia en su antaño firme abdomen.

La cabeza del tipo del que os hablo es desproporcionada, os lo aseguro. Además aprecio en ella una considerable pérdida de pelos...

Hace un momento le vi como arrugaba su frente y arqueaba las cejas. Lo suele hacer a menudo cuando se mira al espejo; quizás con la pretenciosa idea de parecer más interesante.. 

Ahora se acaricia la cara, la palpa, suspira.. ¡Oh!, debe sentir un placer inmenso comprobar cómo una pequeña barba señorea su rostro. ¡Qué tío! Le gustará descuidada.. Disimulará así el semblante rojizo de su piel, supongo.. 

Satisfecho con su imagen, observo como acerca el rostro (más si cabe) a su anticuado espejo del baño y fija sus vivaces ojillos en un pequeño granito que acaba de descubrir justo en la punta de su colorada nariz, pero, ¡buah!, se echa para atrás, apenas le da importancia. 

Por cierto, mientras se arregla le estoy oyendo canturrear una canción de Sabina, de las más conocidas.

Ahora coge un cepillo de la estantería y se da un retoque al flequillo.. Yo lo miro embelesado. ¡Con qué gusto se recrea, el mamón!. Debe creer que su cara, a pesar de su tosca nariz y sus apenas imperceptibles labios, aún mantiene lozano aspecto. 

Inconscientemente hecha una ojeada al móvil (lo tiene apoyado en la repisa del lavabo). Ve la hora.. (las 7,10 de la tarde). Es sábado, tiene prisa.. Hoy tiene cena y baile y no quiere llegar tarde...

A punto ya de perderlo de vista, compruebo cómo se ajusta el cinturón alrededor de sus pantalones oscuros después de haberse metido ya la camisa dentro. Me da la nariz que ultima detalles. 

Si, porque coge su chaqueta gris que pende del picaporte de la puerta, se la coloca y constata en el espejo lo irresistible de su figura. Os advierto que el personaje que me mira insistentemente es un presumido de narices.

Dispuesto ya a salir del baño, antes de apagar la luz echa una última mirada al tocador que le ha servido de cómplice, y éste le devuelve nítidamente la imagen de su figura, ya bien pulcra y acicalada...

Complacido y tarareando la contumaz melodía de Sabina, abandona el aseo. 

¡Ah!, antes de que se me olvide: la imagen que ha reflectado el espejo era la mía.. 

Desde luego, ¡qué cosas!.

Perdonad mi petulancia

Joaquín






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