Cuando os oigo tocar
campanitas, campanitas,
sin querer vuelvo a llorar.
Cuando de lejos os oigo
pienso que por mi llamáis
y de las entrañas me duelo
Me duelo de dolor herida,
que antes tenía vida entera
y hoy tengo media vida.
--Rosalía de Castro--
El lugar donde tuve el gusto de ver la cara de mi madre por primera vez no era, precisamente, idílico. Y es que, Fuente de Cantos, a qué mentir ni exagerar, no está situado en un verde valle rodeado de montañas nevadas; ni se haya a la orilla de un sonoro río de aguas cristalinas, ni mucho menos. Que me perdonen mis paisanos, pero fueron a fundar el pueblo en el lugar menos agraciado de la comarca.
Si no me fallan mis cálculos Fuente de Cantos está situado a dos leguas del arroyo más próximo y a cinco de la sierra más cercana. Ése pequeño arroyo con ínfulas de río discurre, avergonzado por su escaso caudal, con el pomposo nombre de Río Bodión. Por cierto, con tan poca corriente que se pudiera vadear con zapatillas de andar por casa sin tan siquiera mojarlas.
No tuvimos suerte en lo tocante al medio y lugar cuando nuestros antepasados pusieron la primera piedra del municipio ¡qué le vamos a hacer! Lo cierto y verdad es que nacimos en un medio natural hostil, una campiña desarbolada y pedregosa, morada de cañafotes y chicharras y sólo apta para ciertos cultivos de secano.
Claro, que el poder gozar de un paisaje natural encantador es una suerte que no siempre la voluntad humana tiene la potestad de elegir, pero el medio urbano sí. De hecho, es el hombre el que lo crea y modula a su antojo y necesidad. Y aquí si puedo con holgura airear las bondades arquitectónicas de Fuente de Cantos..
Tenemos un casco urbano pequeño, pero suficientemente acogedor como para que todos los aquí nacidos estemos moderadamente a gusto con él. ¡Y no os cuento cómo lo hemos cambiado y rejuvenecido a lo largo de estos últimos cuarenta años!.
No obstante he de deciros que yo tengo otro pueblo. Sí, rutilante y fantástico, en otra dimensión porque sólo habita en mi memoria. Se nutre de añoranzas y melancolías y destaca por encima de naturalezas exuberantes o de horizontes de ensueño.
Ése otro pueblo del que os hablo, es mi pueblo de toda la vida, el de mi madre y mi padre, el de mi niñez, el que habita en mis recuerdos, y no lo cambio por nada, conste..
Apuesto que cada uno de vosotros tenéis el vuestro..
Joaquín
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