domingo, 4 de octubre de 2020

El peso de los días..

                                                                                




Pasó tiempo de lo nuestro, pero 

los rescoldos de aquel amor

aún burbujean en mi corazón.

A los dos, casi, se nos fue la vida,

aunque de muy distinta manera..

Tú feliz en tu cuento de hadas, 

enamorada y 
ajena a mis inquietudes.

Yo endulzando con tus recuerdos los días, 

que viles se me escapan por entre los dedos 

de mis circunstancias..

--Joaquín--



Abderraman III, el califa más importante y esplendoroso que tuvo la España musulmana, fue un tipo curioso. No muy alto, rubio, de piel rojiza y ojos azules, se pintaba la barba de negro para parecer más árabe; raza a la que no pertenecía. Su madre fue una vascona navarra y su padre también tenia sangre cristiana. 

Cuentan las crónicas de su magnanimidad y permisividad con sus súbditos, unas veces. Pero también nos hablan de su crueldad.. A una de las esclavas más bellas de su harén mandó quemarle la cara porque le hizo un mal gesto cuando pretendía besuquearla.

Fue Abderramán III uno de los monarcas más longevos de todos los musulmanes españoles. Reinó durante cincuenta largos años e hizo de Córdoba la ciudad más esplendorosa del mundo. Con él llegó el poderío y la cultura árabe a su máxima expresión. Bien, pues a pesar de todo lo que vivió, luchó, ganó, disfrutó y jod..., o quizás por todo eso, el tío, al final de sus días sufrió una profunda crisis de melancolía, “melancolía involutiva” la llaman los expertos..

El tipo llegó a un estado tal de pesadumbre que era incapaz de hablar sin llorar. Durante ese chungo estado de ánimo fue cuando dijo aquello de: “En esta situación he anotado diligentemente los días de pura y autentica felicidad que he disfrutado: suman catorce, ni uno más ni uno menos. No cifréis por tanto vuestras esperanzas en las cosas de este mundo”..

En fin...

Joaquín



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