viernes, 15 de abril de 2022

Un poema y un adiós..

                                                                                  




Tu pupila es azul, y cuando ríes

su claridad suave me recuerda

el trémulo fulgor de la mañana

que en el mar se refleja.


Tu pupila es azul, y cuando lloras

las transparentes lágrimas en ella

se me figuran gotas de rocío

sobre una violeta.


Tu pupila es azul, y si en su fondo

como un punto de luz radia una idea,

me parece en el cielo de la tarde

¡una perdida estrella!

--Bécquer--



¿Habéis leído la poesía de la pupila azul? Pues apenas nada le costó escribirla a Gustavo Adolfo. Le salió del corazón nada más fijarse en aquella mujer..

Se llamaba Julia y había salido al balcón con su hermana una soleada mañana de mayo. Hablaban las dos de sus cosas, cuchicheaban y reían a carcajadas.. A Gustavo Adolfo, que paseaba a menudo por la zona, le llamó la atención aquellas risas tan puras, tan sonoras. Miró hacia arriba y las vio, a una de ellas ya no la olvidó..

Julia era bellísima, de fascinante cutis moreno pálido, alta, delgada y con unos ojos azules hermosos. Su abundante pelo negro destellaba reflejos azulados que embobaba al que osaba mirarla. Todos estos detalles los descubrió Gustavo Adolfo despues, cuando, por fin, pudo asistir a unas tertulias de música y poesía en las que ella era la estrella..

Quedó extasiado mientras escuchaba cantar a Julia. Era hermosa su voz de soprano, o por lo menos a él, enamorado hasta la médula, se lo parecía. 

Y entre canto y canto se acercó a Julia, y le habló de amores, incluso le escribió sublimes poesías románticas... Pero, ¡oh!, al poco retrocede, desiste de momento, comprueba tristemente que ella no le corresponde.. pero no dejó de verla..

Una tarde de sábado, como todos desde que la conoció, se presentó puntualmente en la tertulia y no estaba. Angustiado preguntó por ella. La respuesta le quedó helado: Julia se había ido a Roma a practicar canto, tardará en volver.. 

Luego supo que se había enamorado de otro y que se iba a casar. ¡El mazazo sentimental fue terrible, creyó volverse loco!. En realidad nunca se recuperó de este desamor..

Ahora, ¡por fin! sabemos la verdad de Gustavo Adolfo, Julia Espín fue su amor secreto y verdadero. Ella fue la mujer de su vida y no su esposa, Casta Esteban, con la que se casó despues, y que lo engañó con otro, por cierto.. 

Pero fue el suyo un amor platónico, porque Julia nunca lo quiso

Mirad algunos de sus poemas y sus rimas, son sublimes. Muchos de ellos dedicados a Julia.. 


A Julia...

Para que los leas con tus ojos grises,
para que los cantes con tu clara voz,
para que se llenen de emoción tu pecho
hice mis versos yo.

Para que encuentren en tu pecho asilo
y le des juventud, vida, calor,
tres cosas que yo no puedo darles,
hice mis versos yo.

Para hacerte gozar con mi alegría,
para que sufras tú con mi dolor,
para que sientas palpitar mi vida,
hice mis versos yo.

Para poder poner antes tus plantas
la ofrenda de mi vida y de mi amor,
con alma, sueños rotos, risas, lágrimas
hice mis versos yo.

Fijaos qué sensibilidad. Podéis adivinar en cada uno de estos versos su momento personal y anímico.

Poesía.

No digáis que agotado su tesoro,

de asuntos falta, enmudeció la lira;

podrá no haber poetas; pero siempre

habrá poesía.


Mientras las ondas de la luz al beso

palpiten encendidas;

mientras el sol las desgarradas nubes

de fuego y oro vista;

mientras el aire en su regazo lleve

perfumes y armonías;

mientras haya en el mundo primavera,

¡habrá poesía!


Mientras la ciencia a descubrir no alcance

las fuentes de la vida,

y en el mar o en el cielo haya un abismo

que al cálculo resista;

mientras la humanidad, siempre avanzando

no sepa a do camina;

mientras haya un misterio para el hombre,

¡habrá poesía!


Mientras sintamos que se alegra el alma,

sin que los labios rían;

mientras se llore sin que el llanto acuda

a nublar la pupila;

mientras el corazón y la cabeza

batallando prosigan;

mientras haya esperanzas y recuerdos,

¡habrá poesía!


Mientras haya unos ojos que reflejen

los ojos que los miran;

mientras responda el labio suspirando

al labio que suspira;

mientras sentirse puedan en un beso

dos almas confundidas;

mientras exista una mujer hermosa

¡habrá poesía!


Una lágrima. (a su mujer)

Asomaba a sus ojos una lágrima

y a mis labios una frase de perdón,

habló el orgullo y se enjugó su llanto

y la frase en mis labios expiró


Yo voy por un camino, ella por otro;

pero al pensar en nuestro mutuo amor,

yo digo aún ¿Porqué callé aquel día?

Y ella dirá: ¿Porqué no lloré yo¿


Un trágico sainete

Nuestra pasión fue un trágico sainete

en cuya absurda fábula

lo cómico y lo grave confundidos

risas y llanto arrancan.


Pero lo peor de aquella historia

que, al fin de la jornada,

a ella tocaron lágrimas y risas

¡y a mí sólo lágrimas!


Suspiros.

¡Los suspiros son aire y van al aire!

¡Las lágrimas son agua y van al mar!

Dime mujer, cuando el amor se olvida

¿Sabes tú donde va?


Cuando me lo contaron (su mujer le fue infiel)

Cuando me lo contaron sentí el frío

de una hoja de acero en las entrañas;

me apoyé contra el muro, y un instante

la conciencia perdí de donde estaba.

Cayó sobre mi espíritu la noche;

en ira y en piedad se anegó el alma…

¡y entonces comprendí por qué se llora,

y entonces comprendí por qué se mata!

Pasó la nube de dolor… Con pena

logré balbucear breves palabras…

¿Quién me dio la noticia?… Un fiel amigo…

¡Me hacía un gran favor!… Le di las gracias.



Herido. (su mujer le fue infiel)

Me han herido recatándose en las sombras,

sellando con un beso su traición.

Los brazos me echó al cuello, y por la espalda

partiome a sangre fría el corazón.


Y ella prosigue alegre su camino,

feliz, risueña, impávida, ¿y por qué?

¿Porqué no brota sangre en la herida…?

¡Porqué el muerto está en pie!


Volverán las golondrinas (volvió a reconciliarse con su mujer)

Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala a sus cristales

jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha a contemplar,

aquellas que aprendieron nuestros nombres,

ésas… ¡no volverán!


Volverán las tupidas madreselvas

de tu jardín las tapias a escalar

y otra vez a la tarde aún más hermosas

sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío

cuyas gotas mirábamos temblar

y caer como lágrimas del día….

ésas… ¡no volverán!


Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar,

tu corazón de su profundo sueño

tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas,

como se adora a Dios ante su altar,

como yo te he querido…desengáñate,

¡así no te querrán!




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