Querido Guibert:
Me siento triste, la vida me duele.
No hay nada tan noble, justo y honesto como saber
someterse a la fortuna adversa.
Siempre estoy deseando verte, siempre me agrada encontrarte
y por una inconsciencia que no puede tener otra explicación
que mi propia tontería, siempre quedo descontenta de haberte visto
Sólo temo vivir, me siento tan fuerte y al mismo tiempo tan débil
que desde el fondo de mi corazón te pido que me acabes de hundir
o que vengas a socorrerme.
Solo hay una desgracia que creo no soportable: ofenderte y perderte.
Mi pena es que tú no necesitas ser amado como yo sé amar..
(Última carta de Julia de Lepinasse a su amor antes de suicidarse)
Diego acabó enamorándose de aquella chica guapa y pizpireta, compañera de sus juegos infantiles.
A Isabel le paso igual. Fueron tantas las correrías por las calles del barrio, tantas las risas juntos, que su varonil figura de joven atrevido que estaba colado por ella se le metió de lleno en sus entrañas.
Ambos llegaron a amarse con locura y habían planeado casarse, pero el padre de Isabel se negó en redondo a desposarla con un, don nadie---llegó a decir--- Tenía otros planes para su hija..
Diego insistió y ella le lloró amargamente a su padre para convencerlo, pero éste no cedía. Tanta fue la insistencia de Diego, tantos sus ruegos que, ¡por fin! accedió a un pacto.. un plazo de cinco años le dio al joven para hacerse con fortuna. Si no lo hacía en ese tiempo casaría a Isabel con otro hombre de mejor posición..
Diego marchó de la ciudad confiado y muy decidido en busca de riquezas.
Y pasaron los cinco años, y volvió rico y con buena posición. Fue en busca de su amada, pero, ¡Oh, a Isabel la habían casado con un rico comerciante que la pretendió! ¡Su padre había olvidado la promesa!..
Con el corazón destrozado, Diego se vio una tarde en secreto con ella en su casa. Allí le reiteró su amor por ella nunca olvidado, y le contó su aventura en pos de riqueza para desposarla.
Por su parte Isabel le confesó que jamás había dejado de quererlo, pero ahora se debía a su esposo.. A la mañana siguiente encontraron a Diego muerto en su casa, ¡se había suicidado!..
Durante el entierro, al que asistió toda la ciudad, pues conocido era el romance de los jóvenes amantes y el motivo de la muerte del chico, el marido de Isabel, atendiendo a las súplicas de ella y sabiendo que todos los presentes lo deseaban, consintió que ésta le diera un último beso de despedida..
Con los ojos arrasados por las lágrimas, Isabel se inclinó hacia el féretro donde yacía su amor y le besó en la boca.. Pero... ¡Ay, pasaba el tiempo y ella no despegaba los labios del cadáver! ¡Su cabeza seguía junto a la de él!. Se acercó el párroco a desunirlos, y de pronto se dio cuenta ¡¡Dios mío, estaba muerta!!.. ¡¡Había muerto de amor!!..
El marido de Isabel, comprensivo, accedió a que fueran enterrados juntos. Quizás el clamor de toda la ciudad conmocionada por los sucesos le obligó a ello. Días despues relató ante el juez el encuentro secreto de los amantes y el motivo real de la muerte de ambos, a ella se le paró el corazón.
El padre de Isabel no tardó mucho tiempo en seguir los pasos de su hija. Arrepentido de su terquedad, vivió los últimos años amargado por la pena..
Estos hechos son verídicos, sucedieron en 1217. Ahora los conocemos como Los amantes de Teruel..
Joaquín
Sepultura de Los amantes de Teruel, en la ciudad aragonesa..
Me encanta como lo has contado. Bellísimo!!
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