lunes, 25 de abril de 2022

El compromiso.

                                                                                 


Y, sin embargo, espero. Y el tiempo pasa y pasa.
Y ya llega el otoño, y espero todavía:
De lo que fue una hoguera sólo queda una brasa,
pero sigo soñando que he de encontrarte un día.

--José A. Buesa--


La discusión había tomado visos de acaloramiento. Uno y otro se echaban en cara los más obscenos improperios. El resto de los presentes extraordinariamente atentos al debate político, escuchaban atónitos la fogosidad verbal de ambos. En un momento dado entra en la sala un amanuense y le entrega una nota privada a D. Julio, uno de los dos antagonistas.

El señor Catón, el otro debatiente, un tipo incorruptible, honesto y demócrata convencido, pensó que no estaba bien eso de leer notas privadas en medio de una discusión política en el Senado. Exigió a DJulio que la leyera en público o la rompiera.

D. Julio echó un vistazo a la nota. A diferencia de la incorruptibilidad de Catón, él siempre fue un tipo comedido y respetuoso con amigos y enemigos. Despues de comprobar quién era la dueña de la nota, porque era una mujer, sugirió al señor Catón que se olvidara del asunto por el bien de todos.. 

Pero, claro, envalentonado y crecido en sus reproches, mirando al resto de senadores que comenzaban a interesarse por el asunto, el señor Catón sonrió malévolamente y siguió insistiendo en voz alta en que hiciera publico la nota...

Obligado por las circunstancias, sin poder soportar por más tiempo la insistencia e insinuaciones malévolas de su contrincante, DJulio le dio la nota al señor Catón, diciéndole, mientras levantaba la voz para que todos oyeran:

--Lee tú mismo la nota, ya que tanto insistes.

Cuando el señor Catón avistó el papel y leyó lo escrito en él, creyó morir del disgusto. Se le puso primero la cara lívida, luego fue adquiriendo un color cárdeno angustioso. La nota era de su hermana casada Servilia e iba destinada a su entonces amante, D. Julio, también casado, con otra, ¡claro!.. En ella le enumeraba con todo lujo de detalles los juegos eróticos que tenia pensado para esa noche..

Por supuesto ni se le ocurrió a Catón leer en alto la misiva, la hizo añicos. Pasó del asunto, y fueron al grano, es decir, a los temas políticos de antes.. 

Por cierto, se me ha olvidado deciros que a D. Julio le nombraron más tarde César, es decir, era Julio Cesar.


Moraleja:

Tened cuidado con los custodios de la honestidad y pureza, sobre todo en politica, que a veces basta con que se les ponga a tiro un asunto de interés propio para que, de repente, dejen de serlo. Todos tenemos debilidades..

Joaquín






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