Amalo todo, bebe de las rosas,
como la abeja, el zumo y la dulzura,
entrégate a la gracia de las cosas,
la vida, como el arte, es la ternura.
--Ricardo León--
Durante una recepción en la residencia del embajador británico en Pekín, el embajador inglés le dice al ministro chino que se sentiría muy honrado si aceptara uno o dos cachorros de spaniel como regalo.
El chino aceptó gustoso. Cuatro meses más tarde se volvieron a ver:
--¿Qué le parecieron los cachorros?---preguntó el embajador.
--Estaban deliciosos---contestó el ministro..
¡Se lo habían zampao! 😮😮
A la mayoría de los occidentales nos puede parecer repugnante comerse un perro. La razón no es porque sea nuestra mascota favorita, sino que en el principio de los tiempos dispusimos de toda una variedad de fuentes alternativas de alimentos de origen animal y los perros prestaban servicios que tenían muchísimo más valor que su carne.
No obstante, en culturas como la china, donde las fuentes de alimento animal no eran antaño muy variadas, el servicio de los perros no compensaba el que hacían cuando se servían cocinados junto a un tazón de arroz. Todavía hoy, un conocido restaurante chino emplea en la elaboración de sus platos del orden de 30 perros diarios.
La misma cara de horror que nosotros pondrían los judíos o los musulmanes si les colocamos ante un plato de jamón, una mariscada o, simplemente un entrecot al roquefort.
En el caso anterior nos parece horrible comernos a un perro porque nadie se come a su mascota. De igual modo, para los norteamericanos es impensable comer carne de caballo, por la vinculación que tienen con su cultura.
En el caso del cerdo la razón es religiosa. ¿Pero de dónde viene eso?. Maimónides, el gran sabio judío, escribió que “la razón por la cual la Ley prohíbe la carne de cerdo se halla tanto en los hábitos como aquello que come el animal, que son cosas muy sucias y repugnantes”.
En fin
Joaquín
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