Aquella noche la vi muy alterada y me extrañó. Me interesé por ella, claro.. Me dijo que posiblemente padeciera histeria femenina. Me asusté:
—¿Y qué es eso, Marta?—la interrogué
—Bueno---respondió ella---creo que es una enfermedad que padecemos las mujeres y se manifiesta con desfallecimientos, retención de líquidos, pesadez abdominal, espasmos musculares, respiración entrecortada, insomnio, pérdida del apetito, nerviosismo, irritabilidad, agresividad. O sea, justo lo que yo tengo.
—¿Y qué podemos hacer?—me interesé preocupado
—Nada, Joaquín, llévame al médico. Seguro que tras un examen éste decida que padezco, pues eso, histeria femenina, y me dé un masaje pélvico en el bajo vientre con el objetivo de conseguir un paroxismo pélvico, es decir, un orgasmo.
Llegamos al ambulatorio y, después de realizar las gestiones administrativas de rigor, el médico la hizo pasar a la consulta. Enseguida metió las manos debajo de la falda de Marta y la manoseó. Tras unos extraños gemidos, se calmó...
Por cierto, el tratamiento este del masaje pélvico se hizo tan popular hace un tiempo, fueron tantas las mujeres que acudían al médico para someterse a él y quedaban tan relajadas, que tuvieron que inventar un aparato especial, el vibrador.
Pues si, chicas, lo habéis adivinado, esta supuesta patología que padeció mi ya ex-mujer, no es más que una tontería, un desorden proveniente del puritanismo extremo y de una marcada represión sexual que impedía a las mujeres desahogarse, incluidas las casadas.. En otra época, claro..
Joaquín


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