Un amor que me exige preceptos y rituales,
con dudas aritméticas y páginas legales...
Ese no es el amor que soñaba ofrecerte
para toda la vida, sobre toda la muerte.
Si tu amor es tan pobre, recuérdame perdido:
cuando es poco el amor, ¡Vale más el olvido!.
--J. A. Buesa--
---Ummmmm, ¿Histeria femenina me dices que tienes? ¿Y qué es eso, Marta?..
---Bueno, me han dicho que es una supuesta enfermedad que padecemos las mujeres que se manifiesta con desfallecimientos, retención de líquidos, pesadez abdominal, espasmos musculares, respiración entrecortada, insomnio, pérdida del apetito, nerviosismo, irritabilidad, agresividad. O sea, justo lo que yo tengo.
---¿Y qué podemos hacer?.
---Pues nada, Joaquín, llévame al médico. Seguro que, tras un examen, éste decida que padezco..., pues eso, histeria femenina. Además, como ya existe algún remedio que otro para combatir esta supuesta enfermedad que tengo, así como una serie de tratamientos, entre ellos el masaje pélvico, pues nada, que el médico me masajee el bajo vientre con el objetivo de conseguir lo que antes se llamaba paroxismo pélvico, es decir, un orgasmo.
Y el médico se pone manos a la obra.
Por cierto, el tratamiento este del masaje pélvico se hizo tan popular hace unas décadas, fueron tantas las mujeres que acudieron al médico para someterse a él y quedaban tan calmadas, que tuvieron que crear un aparato especial.
El artefacto en cuestión emitía vibraciones rítmicas y masajes. Al principio, las mujeres adineradas o de buena familia lo guardaban en sus casas por si aparecía algún que otro brote de histeria.
Y así se creó uno de los primeros vibradores de la historia.
Pues si, chicas, lo habéis adivinado, esta supuesta patología que padeció mi mujer, no es más que una tontería, un desorden proveniente del puritanismo extremo y de una marcada represión sexual que impedía a las mujeres desahogarse, incluidas las casadas.. En otra época, claro..
En fin
Joaquín
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