Y es que tu boca alegre me inspira un beso triste,
y en tus ojos cercanos veo un mirar ausente,
porque sé que algún día, lo mismo que viniste,
te me irás de los brazos, inesperadamente...
--J. A. Buesa--
A través de la ventana veíamos a su marido dando caladas a su cigarrillo compulsivamente. Ella lo señaló con el dedo y me hizo un gesto de complicidad. Se rio. Yo hice lo propio. Ambos nos carcajeamos al verlo así de ridículo.
Conversábamos los dos en la barra del bar de la Estación. Su marido, motivo de nuestras risas, había salido a la terraza a fumar.
Hace tiempo que nos conocemos Marisa y yo; es amiga de mi mujer.
Quizás fuera por la imagen decepcionante que proyectaba su marido dando chupadas al pitillo sin parar, el caso es que sorpresivamente me dijo:
---Te voy a confesar un secreto, Joaquín: hace poco le dije a mi marido que no me excitaba con el simple hecho de verlo desnudo, no es atractivo, y me parece algo incómodo que sea tan directo a la hora de invitarme al sexo, porque a mi lo que realmente me estimula es que me susurre palabras al oído.
Quedé estupefacto. Es verdad que llevábamos ya dos cervezas, pero nunca me había hablado con esa confianza. Qué morbo me dio que me dijera esas cosas.. Egoístamente pensé en todo lo que podía sonsacarle con nada que le tirara de la lengua.
Ella notó mi desconcierto, pero no se amilanó, siguió hablando:
--Fíjate qué diferencia; reconócelo, vosotros no sois hermosos, nada que ver con el cuerpo femenino, que sí resulta muy atractivo tanto para los hombres como para las mujeres. Aunque muchos no lo quieran aceptar, es la realidad.
¡Uy!, exclamé para mis adentros, ¿no me irá ésta a salir ahora del armario?.. Pero rápido deseché la idea, pues, ¿por qué a mi y no a otra mujer (a la mía por ejemplo) le iba hacer semejante confesión?.
Atónito la seguia escuchando:
--Sí sí, no te extrañes, yo no creo que un hombre desnudo sea tan atractivo para las mujeres como a la inversa, una mujer joven desnuda para un hombre---prosiguió---y lo creo en serio
Por un instante imaginé mi cuerpo desnudo y le di la razón, a regañadientes. Luego fui yo el que me atreví. Total, puestos ya en faena:
--¿Y cómo sabemos realmente de nuestros gustos sino lo probamos todo?---le dije sin mucha convicción
Quise ponerla a prueba, ver por dónde salía. O me mandaba a la mierda o se lanzaba y se explayaba. La cosa se animaba..
---Pues no sabría decirte, Joaquín---dudó ella, para mi extrañeza---si quieres que te sea sincera, de adolescente tuve mis dudas en cuanto a mis apetencias sexuales, aún las tengo---concluyó
Ay, madre que aquí hay tomate, pensé totalmente excitado
Pero me quedé con las ganas del extasis final; el camarero se presentó ya con la tercera copa y, aunque mi amiga estaba desatada y era cuestión de tiempo descubrir el pastel, no hubo tiempo. Llegó también su marido y tuvimos que dejar la conversación.
Vi su cara contrariada al verlo aparecer. Señal de que pensaba sincerarse totalmente conmigo esa tarde.
Esto pasó hace cuatro días. Aún busco la ocasión de quedar con ella y me pueda contar el resto. Pero no es fácil pillarla sola, os lo aseguro, y menos con dos cervezas de más.
Ya os diré..
Joaquín
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