¡Jardín,
jardín! ¿Qué tienes?
¡Tu soledad
es tanta,
que no deja poesía a tu
tristeza!
¡Llegando a ti, se muere
la mirada!
Cementerio sin
tumbas...
Ni una voz, ni recuerdos,
ni esperanza.
¡Jardín sin
jardinero!
¡Viejo jardín,
viejo
jardín sin alma!
--Manuel Machado--
No os lo vais a creer, pero hasta hace no mucho tiempo, todo el mundo, incluidos los científicos, creían en los Homúnsculi.
¿Ah, que no sabéis qué son los Homúnsculi?. Pues, eran hombrecillos (con su cabeza, sus pies, sus manos, su pelo e incluso sus dientes) de tamaño diminuto, que a modo de embriones nadaban en el esperma masculino hasta la matriz de la mujer, donde crecían hasta adquirir el tamaño de un recién nacido.
La escasa resolución de los primeros microscopios hizo sino afianzar en la creencia de los Homúnsculi. Tened en cuenta el parecido de la cabeza del espermatozoide con un hombre completo en miniatura.
Bueno, y sabed que esta curiosa creencia se mantuvo hasta bien entrado el siglo XVII, y todo porque Aristóteles, el gran Aristóteles, así lo afirmó en su día. Y ya sabéis que para la ciencia de entonces, la palabra de este hombre era ley indiscutible.
En fin.
Joaquín.
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