martes, 30 de mayo de 2023

Aquella fuentecanteña que se fijaba en el culo de los hombres

                                                                                       





Esa mujer que yo he de amar un día

será tan clara, tan gentil y bella,

que pensaré que descendió una estrella

para llenar de luz mi alma vacía.

--J. A. Buesa--


Una vez, hace ya mucho tiempo, me dijo una chica fuentecanteña, amiga mía, que le encantaban las espaldas masculinas, de esas que no puede abarcar con sus dos brazos. 

---Sí, Joaquín, te aseguro que los hombros fuertes y anchos siempre los he considerado como una señal inequívoca de fuerza y masculinidad.

Tuve que darle la razón, claro. 

Bien, pues esa misma chica que admiraba los hombros anchos en los varones, me dijo después que en lo más erótico en que se fijan las mujeres es en la boca de un hombre.

--¿A quién no le gusta besuquear unos labios carnosos y jugosos?---reiteró cachondona ella---o las manos, Joaquín, me encanta mirar las manos masculinas. Unas manos cuidadas, fuertes y con dedos largos. Porque las manos se asocian también al tamaño de ciertos órganos, jajaja.

Y se quedó tan ancha. 

No le faltaba razón a mi amiga y, aunque no se puede generalizar, recuerdo que tiré de tópicos al preguntarle yo:

--¿Tú también eres de las que crees que los hombres lo primero que nos fijamos en una mujer es en su culo y en sus tetas?

--Pues sí, lo creo, jajaja---contestó entre risas y muy segura de lo que decía

Cierto es que su respuesta me dió argumentos para salir del atolladero. Temí que la cosa derivara en el feminismo, y ahí estoy perdido.

 --¡Qué mal pensada eres!--la regañé---¡pues no! A los hombres, en general, nos gusta que las mujeres sean muy femeninas, es verdad, pero también miramos sus ojos--- recalqué concluyente

Se quedó pensativa, pero no se amilanó. Volvió a la carga:

--¿Y qué crees tú, Joaquín, que nos pasa a las mujeres cuando tenemos delante a un hombre? ¿Miramos si es alto o bajo, gordo o flaco, o su mirada, como tú dices?. 

Dudé. Lo fácil hubiera sido decirle que lo último, y así quedar bien. Menos mal que no lo hice, porque se me adelantó enseguida: 

--Jajaja, no pienses tonterías. Igual que vosotros, a nosotras nos gusta mirar vuestro trasero. Además nos fijamos cómo os quedan de ajustados unos buenos vaqueros, ¡claro que sí!---confesó desatada

Nos entendimos, no quedaba otra. Los dos fuimos a lo de siempre, que en realidad es lo normal tratándose de machos y hembras. La conversación se fue luego por derroteros más personales.

Por cierto, la tarde, porque fue una tarde aquella de la conversación, acabó de maravilla. Paseamos por el parque Zurbarán, y tomamos unas cervezas en la terraza del Gato. Al anochecer se empeñó en ver mi trasero, y yo quise enseñarselo con mucho gusto. Pero eso fue ya en la intimidad de la habitación de un hotelito de Zafra.

Joaquín


                                                                          








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