Esta noche al oído me has
dicho dos palabras
comunes. Dos palabras cansadas
de ser dichas. Palabras
que de viejas son nuevas.
Dos palabras tan dulces que la
luna que andaba
filtrando entre las ramas
se detuvo en mi boca. Tan
dulces dos palabras
que una hormiga pasea por mi
cuello y no intento
moverme para echarla.
(Alfonsina Storni)
Nunca supo cómo sobrepasó sus
férreos controles ni cómo llegó a poseerla sin su consentimiento.
Recuerda vagamente que se abalanzó sobre su cuerpo desnudo en un
momento de descuido y le inoculó su semen emponzoñado... Quedó
exhausta, rendida, desconcertada, entregada; y una extraña sensación
de dependencia, de sumisión hacia él se apoderó de su alma. Ya no
fue la misma, ya no era ella; su sentir, sus razones, su existencia
habían cambiado, ahora se debía a él, a sus caprichos, a sus
manías... a su crueldad...
Esto de arriba es una recreación
que me he inventado sobre cómo un virus ataca a una célula
sana. Pero mucho me temo que con éste articulo piso terreno
pantanoso pues no crean que entiendo mucho del tema. Lo que pasa es
que acabo de leer un pequeño reportaje y lo tengo fresco en la
cabeza. Mas si barruntan que va de tecnicismos se equivocan, es pura
supervivencia.
Prometo serles breve y conciso,
aunque les advierto que merece la pena echarle un vistazo, apuesto
que salen fortalecidos. Y es que es un asunto de rabiosa actualidad
con lo del coronavirus.. Claro que quizás me esté pasando de
listo y ya lo conozcan mejor que yo.
¿Sabían que la
palabra virus significa en latín nada menos
que, veneno?. No desafinó mucho el que se lo puso,
porque algunos virus son, sin duda, puro veneno para nuestra salud y
vida.
Una de las conclusiones del
reportaje es que estamos hoy, en relación con los virus, exactamente
igual que estaban en el siglo XIX con las bacterias. Acuérdense, a
finales del siglo pasado ya empezábamos a conocer a fondo las bacterias
y sus consecuencias, y le pusimos remedio. Con tesón y trabajo y
mucho estudio ideamos las vacunas y vencimos al tétanos, a la rabia,
o a la temible tuberculosis que tantas vidas prematuras se llevó por
delante.
Miren que cosas: A diferencia de
las bacterias que se reproducen por sí solas, los virus, al carecer
de una estructura nuclear similar a la de cualquier ser vivo, (son
muy simples) necesitan de las células de otros para reproducirse.
Pero curiosamente sí tienen código genético y un
lugar para transportarlo, la cápside.
Lo que les voy a contar demuestra
que no siempre los más grandes son los más fuertes. Fíjense con
qué precisión trabajan los tíos. El proceso comienza cuando un
virus entra en un ser vivo a través de sus líquidos humorales, como
la sangre, esperma o saliva.. Una vez aquí elige las células para
las que conoce el código de acceso, así por ejemplo el
virus VIH elegirá las células del sistema
defensivo o linfocitos, mientras que el de la hepatitis B irá
directo a las células del hígado y se adhiere a su superficie por
medio de los capsómetros. El temible coronavirus Covid-19
actual elije las células
sanas del pulmón y las destruye; de ahí la posibilidad de una
rápida neumonía.. No me negarán de su argucia...
Una vez que ha ocupado la célula
le inyecta su alma nucleica y se hace con el mando. En éste periodo
llamado de absorción el paciente no se entera aun.
La pobre célula, desconcertada, deja a un lado las funciones para lo
que existía y comienza a trabajar en la formación de nuevos virus;
es el periodo de latencia o de incubación.... Y
llega la fase de, maduración; el virus abandona la
célula dejándola malherida y busca otra; el paciente está
infectado, ya sufre...
¿Y de las defensas del cuerpo
qué? Pues mientras se está produciendo la infección afluyen raudo
millones de anticuerpos a rescatar la célula herida. Y vean qué
portento de naturaleza tenemos; los anticuerpos que acuden a la
llamada de la célula son específicos para combatir ése virus en
concreto. Podemos tener más de un millón de anticuerpos diferentes.
Y es que, parece ser, existe una memoria genética, un origen común
de millones de años atrás entre las células y los virus.. ¡Qué
cosa más extraordinaria!..
Si en ésa cruenta batalla entre
los virus y nuestros anticuerpos ganasen estos últimos, ya nunca
jamás el paciente volverá a padecer esa enfermedad. Recuerden
aquella enfermera gallega que adquirió el virus del évola y que a
punto estuvo de sucumbir, pues como lo superó, cosa muy poco
habitual en ese tipo de virus, jamas volverá a tener évola. También, y esto nos ha
pasado a todos, si hemos tenido sarampión o rubeola de niños nunca
volveremos a padecerlos.
Sin embargo hay una excepción en
todo esto, se trata de los virus del catarro y de la gripe, y ahora posiblemente del coronavirus, que repiten y repiten, pero tiene una explicación
plausible, estos virus no son los mismos en cada proceso, por eso el
cuerpo no los combate con vigor. Tan solo la vacuna es capaz de
hacerle frente, aunque no con total eficacia, como sabemos..
De los virus, al no tener carga
genética completa, los biólogos no los catalogan como a las
bacterias o como cualquier ser vivo que si la tienen. Por eso la
única forma de diferenciarlos es por su peligrosidad. Los hay
altamente infecciosos como el mencionado évola o el
coronavirus de marras;
letales como el dengue o la fiebre amarilla; complicados como VIH o el herpes, o
llevaderos como la gripe o el catarro.
De momento los virus representan,
tras el descubrimiento de las vacunas para acabar con las bacterias,
el mayor peligro biológico para la especie humana. Vamos camino de
ganarles la batalla, pero el camino es largo y la paciencia poca...
Dicho queda...
Joaquín Yerga
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