Cuando todo acabe..
Amiga...
Hoy
mi cielo es más azul.
Las
nubes negras que, amenazantes,
cubrían
este horizonte otoñal,
las
percibo como espuma blanca
que
acurrucan mis fantasías..
Esta
mañana me he cruzado contigo,
y no me has vuelto la cara..
--Joaquín--
Cuando
acabe esta pesadilla que a más de medio mundo nos tiene tan
preocupados, además de recluidos en nuestras casas, muchos miles de
personas se habrán ido con ella. Por desgracia no pocos tendremos
amigos, familiares y vecinos entre los fallecidos. Tampoco faltarán
famosos de todas las disciplinas a la cita con esta injusta y masiva
muerte..
De
tanto asimilar las cifras de muertos diarios, casi nos estamos
acostumbrando a esta espeluznante rutina. Sobre las doce de la mañana
de cada día, sin faltar a la cita, sabremos que otros cuantos
centenares de compatriotas habrán dejado de existir y engrosado, por tanto, la
abultada lista de muertos anónimos. Y lo que es aún más dramático,
la mayoría de ellos habrán muerto solos, sin sus seres queridos a
su lado; peor imposible..
Si
hace sólo unas semanas hubiéramos sabido por los medios
informativos de un grave accidente de tren o de autobús en el que
hubieran perecido ochenta o cien personas que venían de unas vacaciones del
Inserso, el impacto emocional hubiera sido brutal. Comisiones
de investigación, lloros por doquier, días de luto, escándalo por
el mal estado de las vías del tren o carencias de cinturones de
seguridad del autobús hubiera sido la tónica dominante en la
opinión publica durante semanas, como mínimo..
Bien, hoy por la mañana digeriremos con una facilidad pasmosa que
900 españoles más han muerto en el día de ayer por un
virus. Y lo asumiremos con paciente resignación. Y no sólo eso,
sino que mañana otros 900 morirán; ya están en la UCI apunto
de dar el paso definitivo. Mientras tanto el resto de los que aquí
seguimos creyéndonos unos héroes porque no podremos salir a la
calle en unos días..
Cuando
todo esto termine será como cuando un violento tornado acaba
de pasar por un pueblo del centro-oeste americano y la gente sale a
la calle por primera vez a comprobar qué ha quedado en pie. Quizás
nosotros tengamos que hacer lo mismo. Iremos a la plaza del pueblo y
pasaremos lista uno por uno a comprobar quienes faltan. Apuesto que
nos llevaríamos grandes sorpresas al ver la enorme cantidad de vecinos y
conocidos que ya nos están entre nosotros. Y lloraríamos apenados, porque ya no los veremos con sus parejas bailando un pasodoble en el
Ninot, o en el Golden de Gran Vía, ni sentados en el
banco de la plaza discutiendo amigablemente de política. Por mi
parte no volveré a ver a Pablo sudando la gota gorda los
viernes por la noche moviéndose al ritmo de un merengue, ni a
Esteban y Guadalupe bien agarraditos y compenetrados
marcándose un tango que tan bien lo hacían.
Ignoro
a cuántos más me tocará echar de menos; esto no ha hecho más que
empezar. Sólo una cosa tengo clara, miedo me da retomar la
normalidad y volver a nuestras salas de fiestas. Ahí, cuando empiece
a mirar a un lado y a otro y los vea vacíos, entonces seré
verdaderamente consciente de la tragedia, mi tragedia..
Joaquin
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