Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si se extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales , coseché siempre rosas,
Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno.
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!.
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan solo noches buenas,
y en cambio tuve algunas realmente serenas.
Amé fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
--Amado Nervo--
Cuesta creerlo, pero aunque tengamos la abrumadora impresión de que el verde de los arboles, el azul del cielo o la inmensa gama de colores de las flores fluyen a través de nuestros ojos como una ventana abierta, realmente las partículas que emiten estos objetos son incoloras, las ondas de los sonidos silenciosas y las moléculas odorantes no tienen olor..
Sí, lo que oís, toda esa exuberante riqueza de colores, olores y sonidos se crea en nuestra cabeza. Lo que vemos no es lo que es, sino lo que nuestro cerebro nos dice que es, y ambas cosas no son lo mismo, en absoluto.
Joaquín
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