¡Ah, de la noche trágica me acuerdo todavía!
¡El ataúd heráldico en el salón yacía,
mi oído fatigado por vigilias y excesos,
sintió como a distancia los monótonos rezos!
Tú, mustia, yerta y pálida entre la negra seda....
La flama de los cirios temblaba y se movía,
perfumaba la atmosfera un olor de reseda...
un crucifijo pálido los brazos extendía,
¡y estaba helada y cárdena tu boca que fue mía!
--José A. Silva--
La de veces que pasamos por nuestras calles y plazas del centro, y pateamos sus aceras, y saludamos a conocidos, y paramos y hablamos con ellos, pero en pocas ocasiones nos da por mirar hacía arriba y admirar las fachadas de las casas inmensas, y menos conocer su historia, y sus antiguos dueños, y sus años de construcción; perdonadme, pero yo sí lo hago. Incluso llego a imaginarme misteriosas historias ocurridas en ellas.
Cómo no me voy a imaginar esas historias, y relatos familiares, y leyendas inverosímiles, y sucesos truculentos, y... con el trajín pseudo-aristocrático de fiestas, banquetes, reuniones políticas etc. etc. que habrán ocurrido en el interior de esas casonas. Fijaos:
El colegio San Francisco Javier ahí donde lo veis, fue la casa de Valentín Márquez Tejada y de su mujer, Mercedes Murillo Barba. (se ha retocado la fachada pero poco). Valentín fue un rico terrateniente hermano de dos alcaldes, Antonio y Felipe Márquez Tejada. La casona es de estilo regionalista y construida a principios de siglo. Al morir su mujer, ya viuda de Valentín, donó la casa a la institución religiosa que luego la transformó en colegio.
En la calle Martinez número 8 destaca una gran casa con su número enmarcado en mármol en la puerta principal y las iniciales RM en el centro del dintel, correspondientes a su propietario, Rufino Murillo. En su fachada podemos distinguir tres niveles en una composición simétrica destacando los tres balcones del primer piso. En su zaguán, podemos disfrutar de una solera de mármol blanco veteado con bajo zócalo del mismo material y dos columnas toscanas. La fecha en la que se realizó la obra, 1904. Mas tarde fue domicilio y consulta del médico D. Manuel Blanco. Es la segunda a la dcha. de la foto
En número 27 de la calle Martínez tenemos la preciosa casa de estilo sevillano atribuida al arquitecto Aníbal González. Esta casa perteneció a Gabriel Fernández Sesma, rico terrateniente, quien estaba casado con Isabel Márquez Tejada y posteriormente pasará a una de sus hijas, Elena Fernández Márquez, quien se casará con Alfonso Tovar Gómez. Previo al acceso a la vivienda propiamente dicha, un zaguán con rico zócalo de azulejería trianera. Una espléndida rejería de forja, da cierre a la puerta de entrada a la vivienda. Estos zaguanes permitían tener abierta durante las jornadas diarias la puerta de la fachada, de igual forma que dejaban pasar el aire por entre la rejería, al poder abrir la parte superior de la puerta, teniendo cerrada la reja y, ventilar en los días más calurosos el interior de la vivienda. La fecha de construcción, 1925.
La casa de la calle Martínez número 29 tiene estética clasicista, posee una enorme fachada donde resaltamos sus dos niveles con cinco ventanas inferiores rematadas con frontones triangulares. En el primer piso, cinco balcones, cuatro de ellos abiertos y el central cerrado con la ya citada estructura de hierro forjado de balcón burgués. La distribución de la vivienda sigue los parámetros ya reseñados anteriormente. La fecha de construcción principios del siglo XX.
En la calle Martínez número 31 destaca una casa de inspiración clasicista y de enorme portada. Fue propiedad de un matrimonio de hacendados de la rica oligarquía local, Juan Esteban Pagador y María Carrascal Márquez. El lujo con el que fue concebido todavía se conserva. Tan solo destacar el zaguán con azulejería y forja, pudiéndose observar la fecha de 1924 en el remate de entrada, y al acceder a la residencia, encontramos el contraste entre su austero exterior y el deslumbrante interior del salón: una estupenda escalera a la izquierda con sus correspondientes peldaños de mármol y un salón-recibidor que conserva su exquisita azulejería que decora el zócalo y la espléndida chimenea que se dispone en esta estancia. Molduras en yeso y decoradas con pan de oro, refuerzan el concepto de lujo que preside este espacio.
En fin, seguiremos con otras..
Joaquín
Magnifico articulo y es una suerte q estas casas se conserven en fuente de cantos . En otros sitios han desaparecido . A ver si sale la mía q no es tan lujosa
ResponderEliminarCasas todas muy espledirosar pero a costa de quién,mientras unos tenía casas maravillosas itos no tenía ni chozas para vivir.
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