Ven a la ventana,
ya el aire sereno
sacude la lluvia de las hojas;
la palma vacila
a los dulces embates del viento.
¡No llores, mi vida!
Por Dios te lo ruego,
viviremos juntos
bajo el mismo techo
¡tengo sangre y es tuya, no llores!
--Manuel Paso--
Quién nos iba a decir, desde el punto de vista biológico, que el dolor es beneficioso. Claro, no es más que un aviso de que algo va mal en nuestro cuerpo, sería terrorífico que no fuera así. Sin embargo, este eficiente mecanismo natural de alarma puede volverse en una molestia infinitamente peor que el estímulo que lo desata.
A veces el dolor es tan dañino que puede resultar insufrible: nos merma la calidad de vida, nos bloquea la mente, nos destruye psicológicamente y hasta nos puede conducir al suicidio. Si, así se las gasta el tipo.
Para los dolores pequeños, sutiles o simplemente molestos, hemos tenido remedios más o menos eficaces desde tiempos inmemoriales: vendajes, sangrías, masajes, ungüentos de todo pelaje etc. pero, sin duda, es el ácido salicílico el mejor descubrimiento. Pero, que sepais que este componente básico de la aspirina, producto de la corteza del sauce, ya sabían de él hace 2.500 años.
Afortunadamente hoy disponemos de una amplia gama de fármacos contra el dolor. Así los hay Antipiréticos (bajan la temperatura corporal) Antiinflamatorios (aspirina, paracetamol etc.) Betabloqueantes (relajan los vasos sanguíneos) Ansiolíticos y Opiáceos, es decir para todos los gustos.. Y como último recurso, cuando el fin es inevitable y el dolor insoportable, entran en acción los cuidados paliativos, pero en esta fase entra en acción también otros tipos de terapias.
Joaquín
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