Porque en el sordo desacuerdo
de lo sonado y lo vivido, siempre,
del fondo del olvido,
nace la muerte de un recuerdo.
Y en esta angustia que no cesa,
que toca el alma y no la toca,
besar la sombra de otra boca
en cada boca que se besa...
--J. A. Buesa--
El fuentecanteño Francisco Martín, ermitaño de San Benito, era un tipo muy apañao, lo mismo arreglaba una puerta de madera, calafateaba un farrondón, como sembraba tomates en su pequeño huerto de la ermita de San Benito, a las afueras del pueblo, cerquita del Caño.
Aquella mañana (como todas últimamente) se había acercado hasta el Convento de Concepcionistas, (San Juan) porque las monjas estaban de mudanza, se trasladaban a su nueva sede, en la calle Olmo, y él le echaba una mano. Se lo había pedido su mujer María Rodríguez. Le tenía ésta mucha devoción a las monjitas concepcionistas.
A mediodía, María le oyó llegar. Francisco venía tatareando una canción gregoriana; aprendida quizás del coro parroquial del que formó parte unos años. Se adelantó, salió a la puerta y le urgió darse prisa, pues tenía visita esperándoles en la ermita y estaba deseosa de informar de las novedades a su marido.
El Corregidor de Justicia Mayor, D. Juan Pérez de Granada, acompañado del alguacil de Fuente de Cantos, D. Miguel Rueda, se habían presentado en la ermita de San Benito, con la intención de inventariar los enseres y comprobar el estado del templo. Francisco, el ermitaño, y su mujer María Rodríguez, dieron buena cuenta de todo ello, informando a los auditores reales de todo cuanto acontecía en la ermita y le era solicitado por las autoridades.
El Corregidor Mayor anotó en sus documentos que la ermita de San Benito, era bastante grande, con una longitud de cinco tramos y que su portal estaba cubierto de madera de roble. En cuanto a los objetos sacros: tallas, cuadros, cálices, cruces y demás elementos religiosos, sería largo de contar la cantidad y riqueza de los mismos.
Estos acontecimientos sucedieron en Fuente de Cantos, en el año del señor de 1576 (hace casi 500 años).. Todo es verídico.
Por cierto, la ermita estaba situada justo en la confluencia actual de las calles Valencia y San Benito, donde ahora está el parque. Con nada que se hurgue en el subsuelo aparecerán sus restos.
En fin
Joaquín
Confluencia de las calles, Calderón de la Barca, Valencia y San Benito, al fondo, en el parque estaba la ermita
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