sábado, 14 de octubre de 2023

Un preso fuentecanteño, un fraile del convento y el alcalde

                                                                                         


   


Tu boca intacta me dio sus rasos,

tu voz sin bordes me dio su seda,

y, en la delicia de los retrasos,

moría el roce de nuestros pasos

en el silencio de la alameda...

--J. A. Buesa--


Sucedió hace ya mucho mucho tiempo, en Fuente de Cantos...

Los tres mil habitantes del pueblo estaban a lo suyo: a sus trabajos ellos, a sus tareas domésticas ellas, y unos pocos a sus ocios. La vida era dura entonces, monótona y sufrida. Vino y naipes eran el refugio de los más golfos.

Resulta que, un día de agosto, un preso había logrado fugarse de la cárcel del pueblo y se había refugiado (acogido al derecho de asilo sagrado) en la Parroquia. Según algunos, el reo, cuyo nombre no consta, era totalmente inocente.

El alcalde, Juan Tirado, y su secretario, un tal Pérez, después de haber obtenido la autorización del párroco, arrastras sacaron de allí al reo la noche del 21 de agosto para reintegrarlo a la cárcel, violando, según denuncia fray Simón (un fraile franciscano del convento de San Diego) la inmunidad eclesiástica de la que gozaba dicho templo.

El franciscano, muy cabreado por la actitud del alcalde, interviene y, presa de escrúpulos de conciencia, es decir, obligado en su fuero interno, denuncia lo acontecido. En una carta a sus superiores lo expresa con más contundencia: “desde el día en que acaeció el caso, no tengo sosiego ni paz de espíritu”, lo que dice mucho de su buena condición moral.

Por todo ello, el franciscano se atrevió a pedirle explicaciones al alcalde y al párroco, y los citó en audiencia para tratar los hechos. No se presentaron. Es más, estos denunciaron al fraile que, al poco, y tras varios procesos y litigios, fue apartado del Convento y de su congregación.

Pero, ¿Y el pueblo? ¿Cómo se tomó el pueblo todo esto?..

Pues hubo jaleo. El pueblo se dividió en dos bandos, partidarios del fraile y detractores. Entre los detractores estaban los enemigos de fray Simón, es decir, los funcionarios eclesiásticos (a quienes debió molestar mucho la injerencia del franciscano en las relaciones sociales locales) y el alcalde y los suyos.

¿Y los partidarios?, pues, muchos tuvo, porque le apoyó el pueblo llano. Después de varias revueltas, sofocadas todas con mano dura, el asunto amainó, pero el pobre fraile jamás volvió a Fuente de Cantos.

Por cierto, todo esto ocurría aquí, en el pueblo, un mes de agosto, como os he dicho, pero del año 1782, o sea, hace la friolera de 246 años.. La Torre de la parroquia se estaba construyendo. 

En fin

Joaquín






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