martes, 10 de octubre de 2023

El fuentecanteño que no conocía a las mujeres

                                                                                     


        


Este amor es un surco que ocultó su simiente,

pero la gente piensa que el surco está vacío,

porque su flor profunda no se ve ni se siente.

Y así son dos orillas tu corazón y el mío,

pues, aunque los separa la corriente de un río,

debajo del río se unen secretamente.

--J. A. Buesa--


Todas las mujeres que han pasado por mi vida las recuerdo con agrado, faltaría más.. Si alguna  me hizo daño, el tiempo se ha encargado de cauterizar la ofensa. 

Una vez amé a una (ella a mi menos) de la que guardo entrañable recuerdo, a pesar de que me dejó por un mediocre arquitecto sevillano. Y la recuerdo, más que por su físico (era preciosa) por las interesantes conversaciones que manteníamos los dos. Aún tengo en la memoria la de la primera noche:

---Uy, qué estupendo es eso de tener química con alguien, Joaquín Sobre todo con alguien del sexo opuesto. Caer bien a alguien ahora se dice tener química.

Esto me lo dijo ella, apoyados los dos en la barra de la discoteca de Fregenal mientras pedíamos dos cubatas. Acababa de conocerla.. No sé si fue química lo que hubo entre los dos, pero sé que le caí bien desde el principio. Bailamos, hablamos e intimamos en apenas cuatro días. 

Recuerdo que le contesté:

---Congeniar con una mujer de forma natural, yo que soy hombre, puede implicar la existencia de atracción personal y erótica entre ambos, aunque no sólo eso; también puedo tener química contigo y llevarnos bien sin necesidad de roce. 

Esto último se lo dije por precaución y sin mucha convicción. Ella tampoco se lo creyó, incluso personalizó al replicarme:

---Tener química con alguien se nota enseguida, Joaquín ¡Qué maravilla! Ríe mis chistes, me presta atención, me mira de manera especial, quiere estar conmigo, ¡todo es tan bonito!..Claro, que si quiero saber si realmente le caigo tan bien como para ir un poco más allá, tirarle incluso los tejos amatorios, he de hacer algo más preciso y atrevido---concluyó

Se me pusieron los ojos como platos al oírle decir aquello, pero ¿Y si meto la pata? ¿Y si le digo que me gusta, que quiero acostarme con ella en cuanto salgamos del baile y me manda a la mierda por osado?---Pensé. 

No sé, no me atreví a ser directo. Preferí tantear un poco mas:

---¿Y si yo te insinúo algo, por ejemplo, y me rechazas después de lo bien que nos caemos?---le dije---quizás ocurriera que he malinterpretado ciertas señales tuyas. Yo soy experto en ese tipo de errores. 

Sonrió al oír mis temores, y mi cobardía. Y me dejó seguir:

---Te lo decía porque alguna vez me ha pasado--proseguí---he confundido amabilidad con atracción sexual y, ¡menudo bochorno! Algún día te contaré una historia que todavía al recordarla años después me ruborizo como un quinceañero. 

Buah, todas estas bobadas propias de un tímido las pensaba yo hasta entonces. Ella fue mucho más directa que yo. Antes de acabar la noche me dijo que yo le gustaba y que fuera al grano. A partir de ahí perdí un poco la inocencia. De alguna manera comprendí que las chicas eran mucho más maduras que nosotros, sobre todo que yo. 

Cuatro meses estuvimos saliendo aquella chica y yo. A ella le debí el paso de la pubertad a la madurez sexual.. 

En fin

Joaquín






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