Amo esta calle, acaso porque en ella subsiste
no sé qué somnolencia de arrabal provinciano;
pero a veces la odio, porque, aunque siempre es triste,
me parece más triste cuando te espero en vano.
--J. A. Buesa--
¿Habéis odiado alguna vez a alguien? Y quién no, ¿verdad? Motivos para hacerlo seguro que no os han faltado. Podéis hurgar entre los amigos, o supuestos amigos, incluso algún familiar ingrato, que siempre los hay.
Pues yo, para variar, presumo de no haber odiado jamás a nadie, lo que no quiere decir que no me cayera fatal algún tipejo a lo largo mi vida. Alguno hay por ahí que no se merece mi atención.
Por cierto, odiar no, pero, ¿Y desear la muerte de alguien? ¿La habéis deseado alguna vez?. En lo que a mi respecta no, pero alegrarme de la de algunos quizás sí; y hasta he llegado a asustarme por ello. Luego he recapacitado y llegado a la conclusión de que es un gesto muy humano.
No penséis mal, no me las doy de nada ni creo en maleficios ni predestinaciones, nada nada de eso, pero, que yo recuerde, al menos tres personas (supuestos amigos) que me han hecho alguna jugarreta gorda y bien gorda, han muerto más o menos antes de lo que debiera: dos por súbita enfermedad y otra por accidente laboral, y lo dicho, me alegré en su momento.
Supongo que esto que os cuento habrá sido pura coincidencia y también os habrá pasado a vosotros, pero a mi en su día me dio que pensar y mucho. ¿Justicia divina? Llegué a creer...
No sé, hoy de todo esto apenas queda nada, sólo malos recuerdos. Es más, el tiempo lo suaviza todo y ya ni por asomo les guardo rencor, rabia o inquina a toda aquella gente, gente que de una u otra forma me hicieron daño, mucho daño..
En fin, cosas del pasado
Joaquín
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