domingo, 18 de diciembre de 2022

Pedro & Isabel el romance del año

                                                                              



Cuando de infiel te acusa 

mi entendimiento, y luego 

mi corazón te excusa, 

sé por qué el Amor es ciego. 

--Vicente W. Querol--

 

Un día se llamaron por teléfono, simple cortesía política. No obstante, dada la buena sintonía surgida entre los dos, quedaron en llamarse otra vez en unos días e incidir en esa buena predisposición.

Ni dos días tardó Pedro en volver a llamarla. Quiso primero tantear el asunto, porque, ni se atrevía a decirle de quedar a solas con ella ni tampoco estaba dispuesto a olvidarla después de esa primera vez. Siempre considero a Isabel tentadoramente voluptuosa.. 

Fue ella la que zanjó la cuestión. Conociendo de sobra sus intenciones, se adelantó y sin remilgos le propuso quedar el martes siguiente en un bar a las afueras de Madrid, muy alejado de sus respectivos domicilios y debidamente camuflados con gafas de sol.

El día de la cita, Pedro se excusó en casa aludiendo a una reunión confidencial del partido. Cosa inusual en él, pero nadie y menos Bego, su mujer, tenía por qué sospechar.

El lugar del encuentro fue un pequeño bareto cerca de Galapagar, no muy lejos de Moncloa. Así lo consensuaron ambos para pasar inadvertidos.

Llegaron al punto convenido en sus coches particulares. Se abrazaron con efusividad nada más verse y se rozaron los labios. Fue un latigazo sexual lo que ambos sintieron en ese instante; un hechizo embriagador anegó sus cuerpos de manera súbita al tocarse..

Apenas media hora estuvieron apoyados en la barra del bar conversando. Hablaron rápido, como si quisieran suavizar toda la acritud acumulada estos años en unos escasos minutos. Pagaron la cuenta y se largaron con prisas..

Al salir al exterior del local se fundieron en un ardiente beso de tornillo, la pasión les embargaba. Pedro le propuso un viaje fugaz a las Bahamas en el Falcon, pero ella desistió, temió que algún agente del Cesic los espiara y fuera con el cuento a El País. La ocurrencia posterior de él la descolocó, porque...

Nada menos que al Casoplón de Pablo, no muy lejos de allí, sugirió Pedro como lugar ideal para para la jodienda. Llamaría por teléfono a su amigo Pablo y le pediría que le dejara cualquiera de sus ocho habitaciones con baño. Seguro que estaría encantado. 

Ante la tentadora oferta de solazarse con tan atractivo acompañante en un lugar tan acogedor, Isabel aceptó su proposición.

Mientras Pedro conducía su Renault ranchera camino del Casoplón, Isabel a su lado le veía realizar las gestiones pertinentes para tener vía libre. Lo escuchaba abstraída mientras apoyaba su cabeza en tan varonil hombro.

Al llegar a la verja de entrada vieron cómo la flotilla de Guardias que la custodiaba se hacían los distraídos y los dejaban pasar. Pablo Irene, después de conceder la tarde libre a la servidumbre, les esperaban sonrientes en la escalinata de entrada al Casoplón.

Bajaron del coche y se acercaron a los anfitriones. Pedro Pablo se abrazaron con efusividad nada más verse; Irene e Isabel se dieron dos besos en la mejilla con indisimulada cara de asco; luego pasaron los cuatro al inmenso salón-comedor.

Apenas nada tardó Irene en ponerles a su disposición la suntuosa habitación de invitados; la de estuco color rosa del primer piso fue la elegida, después se ausentaron con discreción; irían a Vallecas a ver a los suegros--les dijeron.

Y se quedaron solos, Pedro Isabel. La cama era inmensa y bien mullida. La sugestiva visión del lecho conyugal despertó en ellos un ardiente impulso carnal a duras penas contenido.

Y el Casoplón fue el lugar del primer encuentro sexual entre ambos. Parecía que el mundo iba a acabarse esa tarde. Apenas separaron sus cuerpos y sus bocas; una y otra vez hicieron al amor como si no hubiera un mañana. Sólo un instante, al final de tanto frenesí, fue suficiente para hablar de su discrepancia política, y entre tiernos achuchones poscoital todo quedó arreglado..

Rompió el hechizo de la tarde, ya casi noche, las insistentes llamadas al móvil de Pedro por parte de Bego, porque éste no llegaba. No obstante parecía sosegada; el hecho de saber que el Falcon seguía aparcado en el hangar le tranquilizaba.

Se despidieron con prisas en la misma puerta del bareto donde ella había dejado aparcado su coche, no sin antes haberle prometido él que dejaría a su mujer y se casaría con ella. Conociendo el grado de cumplimiento de sus promesas, las carcajadas de Isabel tronaron hasta rebotar en la Sierra de Guadarrama..

Mientras se daban el último beso quedaron en repetir la faena la semana próxima..

Con nulos remordimientos, a pesar de su osadía, llegó Pedro a Moncloa. Poco tuvo que esforzarse en explicar su tardanza. Enseguida convenció a Bego de que, al final, había estado con Bolaños (el "alegría de la huerta" entre los íntimos) de copas.

Continuará

Joaquín





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