Hay
un amor tranquilo que dura hasta la muerte,
y
un amor tempestuoso que no puede durar.
Acaso
aquella noche no quise retenerte...
y
ahora estoy recordándote a punto de llorar.
--José A. Buesa--
No hace mucho organizó una cena en el Hotel Villamagna de Madrid, a la que acudieron expresidentes de Chile, Perú y Colombia, políticos en ejercicio y jubilados, empresarios, editores, personajes de las revistas del corazón y, por supuesto, escritores.
A los postres, Mario Vargas Llosa, el organizador, micrófono en mano y ante un público expectante declaró su amor a su novia: “esta personita me hace feliz. Cada día que paso contigo es mejor que el anterior. Y ya sé que la palabra felicidad tiene un nombre y apellido: Isabel Preysler».
Hace unos días el mismo Vargas Llosa le ha dicho a unos amigos: "No habrá más cumpleaños compartidos ni fiestas que celebrar, nos separamos, porque a mi me interesaba la cultura y a ella, más el espectáculo".
Bueno, es justo ese cambio de postura. Entre una y otra declaración han pasado unos años, en cualquier pareja puede pasar..
No obstante los españoles somos unos gualdrapas, reconocédmelo, porque, que la mayoría no supiera quién era Vargas Llosa hasta que no se lío con la Preysler, tiene delito.
Ahora todo el mundo está al tanto de las veleidades amorosas de Mario & Preysler, pero a pocos le dará por leer alguno de los magníficos libros escritos por el premio Nobel.
Reconozco que me a mi defraudó un pelín cuando anuncio su romance a bombo y platillo, pero imaginé a la Preysler una tipa super ilustrada capaz de medirse al sabio. Ahora las aguas han vuelto a su cauce, Vargas Llosa seguirá deleitando a esa exigua minoría que le interesa la cultura, ¿y la Preysler? pues la Preyler seguirá agradando a la inmensa mayoría que le chifla el espectáculo..
En fin..
Joaquín
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