Este
es el huerto, y en la arboleda,
en el
recodo de aquel sendero,
ella me dijo
con voz muy queda:
Tú no comprendes
lo que te quiero.
Junto a las
tapias de aquel molino,
bajo la
sombra de aquellas vides,
cuando el
carruaje tomó el camino,
gritó
llorando: ¡Qué no me olvides!
--Fco. A. de Icaza--
Érase que en la antigua Grecia, a pesar de su elogiada democracia, a las mujeres las tenían totalmente apartadas de la sociedad. A las pobres se les iba la vida pariendo recluidas en el gineceo paterno, es decir en casa. Ni podían ir al teatro, ni hacer deporte ni... sólo las tareas domesticas y acicalarse para sus maridos.
Cuando en Mileto, ciudad griega del Asia Menor, se difundió entre las mujeres una "epidemia de suicidios", por la insoportabilidad de sus vidas, el gobierno puso remedio ordenando sencillamente que los cuerpos inertes de las víctimas fuesen expuestos desnudos a la población. Como era de esperar, la coquetería de las pobres mujeres pudo más que la desesperación de sus vidas. No hubo más suicidios..
Y digo yo que cómo es posible que algunos tipos todavía hoy no vean a las mujeres como a un igual, como mínimo. No me entra en la cabeza que los haya que las quieran poseer como se posee un objeto. En fin, será que siempre he visto a las mujeres superiores, misteriosas, inalcanzables, extraordinarias, maravillosas, sorprendentes, deseadas; quizás, y sin quizás, el ser más perfecto de la naturaleza, por lo útil, por lo inteligente y por lo bello. En fin,,
Joaquín
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