Cosas nuestras...
No
digáis que agotado su tesoro,
de
asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá
no haber poetas: pero siempre
habrá
poesía.
Mientras
las ondas de la luz al beso
palpiten
encendidas,
mientras
el sol las desgarradas nubes
de
fuego y oro vista,
mientras
el aire en su regazo lleve
perfumes
y armonías,
mientras
haya en el mundo primavera,
¡habrá
poesía!.
Mientras
haya unos ojos que reflejen
los
ojos que los miran,
mientras
responda el labio suspirando
al
labio que suspira,
mientras
sentirse puedan en un beso
dos
almas confundidas,
mientras
exista una mujer hermosa
¡habrá
poesía!
(Bécquer)
La
maldad humana no tiene límites; conste que la bondad tampoco.. Los
seres humanos copamos los sentimientos y actitudes más dispares que
podamos imaginar: o nos queremos a rabiar por encima de todas las
cosas o nos hacemos la puñeta hasta extremos crueles e
inconcebibles... Miren un ejemplo de esto último..
No
se lo van a creer pero la primera vez que se hizo una guerra, digamos
bacteriológica, no fue en la Primera Guerra Mundial, como podríamos
creer, ni en la Segunda, ¡que va!, se dio mucho tiempo antes, nada
menos que en el siglo XV.. Y enlazo este episodio con la maldad
humana porque no tiene otro nombre la acción.. lean..
Hubo
una vez un rey, en Rumanía, llamado Vlad (Vladimiro) al que apodaban
“el Empalador”. Este tipo era de lo más inhumano que nos podemos
imaginar, le llamaban “el Empalador” porque, literalmente
empalaba a sus enemigos.. Esa agradable costumbre suya,
conocida y temida por sus súbditos, consistía en meterle un palo
del tamaño poste de teléfono por semejante parte a los pobres
desgraciados que osaban llevarle la contraria.. Después los dejaba
al borde de los caminos tiesos mientras expiraban, así servia de
escarmiento para otros.. Pues bien, éste siniestro rey ideó además
otras barbaridades a cual más cruel... vean..
En
guerra contra los turcos, que pretendían arrebatarle parte de sus
territorios, no se le ocurrió al menda otra cosa que reunir a
todos los leprosos, tuberculosos, sifilíticos y todos los enfermos
contagiosos que pudo de su reino, ponerles ropas turcas, turbantes
incluidos, e introducirlos en la capital turca para expandir las
miasmas entre el enemigo, es decir, inventó la guerra biológica..Se
desconocen las consecuencias de tan despiadada acción, pero seguro
que fueron eficaces.. No obstante no se lleven las manos la cabeza, porque durante las dos guerras mundiales (hace dos días) se usaron
gases venenosos por toneladas contra la población desalmada..
Y
hablando de guerras y demás, “acciones compasivas” que solemos
realizar los seres humanos; también los turcos fueron protagonistas
de ésta otra historia que les voy a contar.. En la famosa batalla de
Lepanto, en la que participó nuestro insigne “manco de Lepanto”
es decir, Cervantes (por cierto, les dimos la “del
pulpo”) los otomanos; en un momento de la batalla en la que
habíamos hundido ya un centenar de galeras y perecido en ellas más
de 25.000 enemigos, algunos musulmanes se
mostraron combativos hasta el final, tanto es así que los tripulantes de una
galera que habían consumido ya toda la munición, no se les ocurrió
otra cosa que lanzar contra los nuestros naranjas y limones que
transportaban a toneladas; ¡tan desesperados estaban lo pobres!..
Bueno, no hace falta decirles el choteo de los españoles y la
algarabía que formarían por ver quién recogía más cítricos.. En
fin, cosa de la guerra, todas son horribles aunque algunas como ésta
ultima tengan anécdotas simpáticas..
Lo dicho, los hombres somos capaces de hacer lo mejor y lo peor que imaginar pudiéramos, y es que a diferencia de los animales que matan para comer o defenderse, nosotros lo hacemos por infinidad de cosas más, a cual más nimia y estúpida..
Joaquín
Yerga
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