miércoles, 1 de mayo de 2019

Cosas nuestras...






No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas: pero siempre
habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!.

Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa
¡habrá poesía!
(Bécquer)


La maldad humana no tiene límites; conste que la bondad tampoco.. Los seres humanos copamos los sentimientos y actitudes más dispares que podamos imaginar: o nos queremos a rabiar por encima de todas las cosas o nos hacemos la puñeta hasta extremos crueles e inconcebibles... Miren un ejemplo de esto último..
No se lo van a creer pero la primera vez que se hizo una guerra, digamos bacteriológica, no fue en la Primera Guerra Mundial, como podríamos creer, ni en la Segunda, ¡que va!, se dio mucho tiempo antes, nada menos que en el siglo XV.. Y enlazo este episodio con la maldad humana porque no tiene otro nombre la acción.. lean..
Hubo una vez un rey, en Rumanía, llamado Vlad (Vladimiro) al que apodaban “el Empalador”. Este tipo era de lo más inhumano que nos podemos imaginar, le llamaban “el Empalador” porque, literalmente empalaba a sus enemigos.. Esa agradable costumbre suya, conocida y temida por sus súbditos, consistía en meterle un palo del tamaño poste de teléfono por semejante parte a los pobres desgraciados que osaban llevarle la contraria.. Después los dejaba al borde de los caminos tiesos mientras expiraban, así servia de escarmiento para otros.. Pues bien, éste siniestro rey ideó además otras barbaridades a cual más cruel... vean..
En guerra contra los turcos, que pretendían arrebatarle parte de sus territorios, no se le ocurrió al menda otra cosa que reunir a todos los leprosos, tuberculosos, sifilíticos y todos los enfermos contagiosos que pudo de su reino, ponerles ropas turcas, turbantes incluidos, e introducirlos en la capital turca para expandir las miasmas entre el enemigo, es decir, inventó la guerra biológica..Se desconocen las consecuencias de tan despiadada acción, pero seguro que fueron eficaces.. No obstante no se lleven las manos la cabeza, porque durante las dos guerras mundiales (hace dos días) se usaron gases venenosos por toneladas contra la población desalmada..
Y hablando de guerras y demás, “acciones compasivas” que solemos realizar los seres humanos; también los turcos fueron protagonistas de ésta otra historia que les voy a contar.. En la famosa batalla de Lepanto, en la que participó nuestro insigne “manco de Lepanto” es decir, Cervantes (por cierto, les dimos la “del pulpo”)  los otomanos; en un momento de la batalla en la que habíamos hundido ya un centenar de galeras y perecido en ellas más de 25.000 enemigos, algunos musulmanes se mostraron combativos hasta el final, tanto es así que los tripulantes de una galera que habían consumido ya toda la munición, no se les ocurrió otra cosa que lanzar contra los nuestros naranjas y limones que transportaban a toneladas; ¡tan desesperados estaban lo pobres!.. Bueno, no hace falta decirles el choteo de los españoles y la algarabía que formarían por ver quién recogía más cítricos.. En fin, cosa de la guerra, todas son horribles aunque algunas como ésta ultima tengan anécdotas simpáticas.. 
Lo dicho, los hombres somos capaces de hacer lo mejor y lo peor que imaginar pudiéramos, y es que a diferencia de los animales que matan para comer o defenderse, nosotros lo hacemos por infinidad de cosas más, a cual más nimia y estúpida..

Joaquín Yerga





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