Al brillar un relámpago nacemos
y aun dura su fulgor cuando morimos;
¡tan corto es el vivir!
La gloria y el amor tras que corremos
sombras de un sueño son que perseguimos,
¡despertar es morir!
--Bécquer--
Dice uno de nuestros más afamados psiquiatras, el andaluz Luis Rojas Marcos, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Nueva York, que "somos lo que hablamos"..
Según Luis Rojas Marcos las niñas tienen la zona del cerebro que utiliza el lenguaje más desarrollada que los niños y por eso son más parlanchinas. Incluso va más allá y escribe que los jóvenes criados en ambientes, digamos más habladores, son mejores estudiantes y sacan mejores notas...
Bueno, sabido es que las personas con vida social más intensa, las que tienen más amigos, o la que interactúan (cotillean) con vecinas y amigos, se les ve con más ganas de vivir, y eso denotará, ¡seguro!, más años por delante. El contrapunto a esto es la soledad, germen de multitud de enfermedades mentales como depresión o ansiedad que a la larga se traduce en todo tipo de dolencias físicas reales que acorta la vida..
Claro, que lo que Rojas Marcos nos recuerda hace tiempo que lo sabemos, que el que mucho habla (además de errar mucho) también se le ve con fortaleza y vitalidad, y eso es señal de ganas de vivir..
Pero todo esto tiene su parte no tan placentera porque, estamos de acuerdo que el que mucho "casca" se queda “como Dios”, satisfecho y relajado, y no me extraña que viva un porrón de años extras, no necesita psicólogo, pero el que escucha acaba hecho unos zorros, cansado, extenuado, agotado, destrozado, molido, “hecho migas” y sólo con ganas de irse a su casa haciéndose una y otra vez la misma pregunta -¡¡Quién me mandaría a mí preguntarle por la salud al pesado del vecino ése!!..
En fin..
Joaquín
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