Fatigada
del baile,
encendido
el color, breve el aliento,
apoyada
en mi brazo,
del
salón se detuvo en un extremo.
Entre
la leve gasa
que
levantaba el palpitante seno,
una
flor se mecía
en
compasado y dulce movimiento.
Como
en cuna de nácar
que
empuja el mar y acaricia el céfiro,
tal
vez allí dormía
al
soplo de sus labios entreabiertos.
¡Oh,
quién así ¿pensaba?
dejar
pudiera deslizarse el tiempo!
¡Oh,
si las flores duermen,
qué
dulcísimo sueño!
(Bécquer)
Debe
ser que de vez en cuando, o lo que es lo mismo cada cierto tiempo --que calculo en unos ocho o diez años-- una gran calamidad viene a
ensombrecer la cotidianidad de nuestras vidas. Esto nos pasa desde
que estamos todos interconectados a través de internet; ya pasó
antes con las torres gemelas de Nueva York, siguió con los atentados
terroristas de Madrid y continuó con los de París, y hasta ahora,
en los que el mundo entero se estremecía ante la visión de las llamas
que consumía la legendaria catedral de Notre Dame...
No
cabe duda que este luctuoso suceso, tan lamentable, será uno de esos
que todos recordaremos mientras vivamos.. Todos sabremos dentro de
veinte años dónde estábamos y qué estábamos haciendo ése
fatídico día del 15 de abril del 2019 en que ardió por los cuatros
costados la catedral más conocida e importante del mundo. Apuesto
que nadie olvida el día que cayeron las torres gemelas de Nueva
York, ni tampoco la terrible mañana del atentado de Madrid, son
noticias universales y tan escalofriantes que quedarán en nuestro
imaginario colectivo de por vida...
El espantoso espectáculo de la destrucción de la catedral parisina nos
genera una angustiosa duda ¿Estarán seguros nuestros monumentos
patrios? ¿Imaginan algo así con el museo Del Prado, con la catedral
de Sevilla o con la mezquita de Córdoba?.. Dios no lo quiera, me
resisto a pensarlo, siquiera, el disgusto seria horroroso... Y eso
que reconozco que lo de la catedral de Notre Dame traspasa fronteras
y nos afecta un poco, o un mucho, a todos; tengamos en cuenta que es
la iglesia gótica por excelencia; la primera de cierta envergadura
que se construyó, y la que sirvió de modelo, por cierto, para todas
las que se hicieron después, incluida la de Burgos o la de León..
Y
quiero decir con suerte, que yo también estuve allí. A la
providencia doy gracias por haberme permitido adelantarme a la
destrucción en un par de años.. Sí, estuve allí, en el sitio
justo y en el momento adecuado; y la vi, y la toqué, y me enamoré
de su soberbia estructura milenaria; le eché unas fotos después y
para siempre me quedará en el recuerdo. Mi pena es que me prometí
volver; y ahora, después de los acontecimientos, dudo que algún día
cuando materiales vulgares sustituyan al noble granito de antaño,
puedan ver mis cansados ojos de entonces ésa maravilla otra vez reparada...
El
mundo, creo, a pesar de los lloros y de los ruegos y de los lacitos
negros de solidaridad, no es consciente de la pérdida a la que ha
asistido en directo.. No, porque para eso debería conocer la
historia, nuestra historia occidental, y mucho me temo que hasta ahí
no llega la mayoría. Si así fuera sabrían que ése lugar y ése
edificio son pioneros en la civilización cristiana, que es nuestra
base cultural. Si así fuera, sabría de los numerosos actos
religiosos y civiles que ha albergado esa catedral, por ejemplo, la
coronación de Napoleón Bonaparte junto a Josefina y su obstinación
de ser él mismo quien se ciñera la corona de emperador ante su
soberbia de creer que nadie estaba por encima de él, o la
beatificación de Juana de Arco, por decir solo un para de ellas...
Sin ir más lejos, hasta los extremistas jacobinos respetaron durante
la Revolución Francesa la sagrada estructura de ésta madre de todas
las iglesias..
Notre
Dame, o Catedral de Nuestra Señora, en francés, ha sido escenario
ficticio donde Victor Hugo ubicó su historia para darle vida al
“Jorobado de Notre Dame”, además de otras miles de historias y
leyendas.. Y después está el lugar donde se sitúa, justo en medio
de la Ille de France, en una islita o meandro del Sena, precioso y
rodeado de hermosos edificios y palacios.. Y miren si los franceses
le dan importancia al lugar que justo en la puerta de entrada a la
catedral está en el “kilómetro cero” de todos los caminos que
recorren Francia, que es como decir Europa entera; en fin, algo así
como nuestra Puerta del Sol pero a lo bestia, por lo histórico y
grandioso...
Dicho
queda..
Joaquin
Yerga
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