La vi pasar con otro, risueña y arrogante.
Me pareció más bella, más gallarda... No sé.
Sólo sé que de nuevo la amé en aquel instante,
más que cuando fue mía, si es que entonces la amé...
--J- A. Buesa--
Es curioso, no suelo intimar demasiado con mis vecinas; saludos de rigor que todas agradecen y poco más. Si acaso con Martina es diferente.
Martina está soltera, tiene ya cierta edad y vive sola, pero no le abruma la soledad. La eligió ella voluntariamente después de un episodio rocambolesco en su vida.
Yo conocía esa parte de su biografía, ella misma me había contado algo alguna vez. Hace unos días volvimos a hablar de ello, pero se me fue la olla, le hice una pregunta indiscreta. Ella me respondió muy sería:
---Nunca vi a mi suegro, Joaquín, murió unos años antes de conocer a su hijo. Un día, éste, mi novio, me enseñó una foto suya, de cuando era joven, y me extrañó, creí haberlo visto en alguna parte, pero no recordaba donde.
Me intrigaba la historia de Martina, hacía tiempo que andaba detrás de más detalles, y esa mañana, ¡mira por donde!, la pille volviendo del Mercado, con dos bolas de compra en la mano y con ganas de hablar:
--Pasado unos días---proseguía Martina---de repente me vino a la mente lo de la foto; me acerqué a la mesilla de mi madre y saqué del cajón el pequeño álbum de su vida de soltera, incluyendo fotos de sus amigos, y ahí fue donde lo había visto antes.
Había pasado ya mucho tiempo de todo eso que me contaba aquella mañana, pero aún así, según se iba adentrando en la historia se iba entristeciendo. Lo note en el tono de voz. Le pregunté que si de verdad le apetecía seguir:
---No seas tonto, Joaquín, claro que quiero, casi todo el mundo la conoce. Además tú para mi eres especial y me apetece contártelo---me dijo más animadilla---como te iba diciendo, en la foto aparecía mi madre junto ese hombre y un grupo más de amigos y amigas, y eso me desconcertó.
---¿Y qué hiciste?---le interrumpí extremadamente interesado
---¿Que qué hice?---sonrió ella con una especie de mueca triste que nunca antes le había visto---pues investigué, pregunté, y resultó que mi madre había quedado embarazada del padre de mi novio. Es decir, él y yo, además de novios, éramos hermanos de padre.
---¡Joder, cómo es posible!, ¡Qué coincidencia!---exclamé fascinado
---Pues ya lo ves, Joaquín---me anunció tajante---ellos se separaron estando mi madre embarazada. Él se fue a Sevilla a trabajar, ni se enteró. Mi madre, cabezona como siempre, dedicó su vida a criarme ella sola.
La de Martina es una historia inverosímil, pero cierta, y muy conocida entre familiares y amigos, incluso en el pueblo.
Al despedirnos aquel día me dijo que al saber lo de su parentesco con él, ya no consideró a su antiguo novio como pareja, para nada, sino como hermano. De hecho se hablan por teléfono de vez en cuando.
Por cierto, ella ya no quiso saber más de novios ni de maridos, de ahí su soltería, y yo entendí que, a veces, debemos conocer la historia que hay detrás de cada uno, que pensamos que son raros, diferentes o introvertidos, antes de juzgarlos.
Joaquín
No hay comentarios:
Publicar un comentario