Si
por la senda ignorada
al
azar de tu destino
has
de caminar sin tino,
ni
busques ni esperes nada...
hunde
tu sombra cansada
en
la sombra del camino.
--F. A. Icaza--
Aquel día lo encontré melancólico, triste diría yo. De ahí las palabras que me dirigió:
--La vida es una larga y continua enseñanza de la que sale de aprendiz apenas un rato antes de llegar a la meta---me decía cariacontecido mi amigo Pedro.
Pedro era un buen amigo, mayor ya el hombre, que nos dejó hace ya unos años. Además era vecino de la calle, con lo que muy provechosos ratos pasamos juntos.
--He cometido muchos errores en mi vida, Joaquín, también acerté en algunas decisiones---continuaba aquel día mi amigo, más afectado de lo habitual---y tardé en aprender porque soy de los que debo tropezar muchas veces en la misma piedra para tomar nota---concluyó
Era un tipo sabio, curtido en mil avatares de la vida. Viudo desde hacía ya mucho tiempo, además fue muy querido y apreciado por todos los del barrio, que a él acudían a pedirle consejo ante cualquier eventualidad personal. Dos días más tarde de esos consejos falleció de manera repentina. Comprendí entonces el porqué de su afectación aquel día; algo se barruntaba.
Recuerdo que mucho tiempo antes, mientras tomábamos unas cerveza en su casa, me había aconsejado como respuesta una pregunta que yo le hice:
--¿Qué cuál es la mayor lección de vida que he aprendido, me preguntas? Toma nota de este decálogo, amigo mío---me dijo tajante.
--Eleva tus palabras, no tu voz.
--Cuando se rompe la confianza, el perdón no significa nada.
--Sé quien eres, no lo que el mundo quiere que seas.
--Mantén tus expectativas bajas, y tu valor alto.
--Nunca persigas lo perfecto, sólo lo real.
--Todo el mundo tiene dos caras. Una que temen mostrar y otra que son incapaces de ocultar.
--Deja de dar el 100% a personas que apenas te dan el 50%.
--Nada puede hacerte más daño del que tu mente te permite.
--La belleza atrae la atención pero el carácter atrae el corazón.
Mi amigo murió hace ya unos años, como os he contado, pero nadie del barrio a conseguido olvidarle. Yo tampoco, claro.
Joaquín
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