Esa noche, Pepi la ya ex-mujer de mi mejor amigo, se quedó a cenar en mi casa y, entre lágrimas y también alguna sonrisa que conseguí provocarle después, me fue detallando su historia, aunque yo algo sabía.
Me contó que apenas se atreve a salir desde aquel día ni a decirle nada a nadie sobre su desengaño amoroso, aún tiene el corazón destrozado. De su ex-marido no había vuelto a saber nada, pero me aseguró que a pesar de todo no le guarda rencor, pues fueron unos años de amor mutuo y profundo.
La velada se prolongó más allá de la madrugada. Acabamos la cena, tomamos unas copas, y hablamos y reímos. Pero, por un instante se puso seria otra vez, me miró a los ojos y me preguntó del porqué de mi soltería y de mi, sempiterna melancolía.
Me sorprendió la pregunta, pero reconocí su perspicacia. Me levanté del sofá donde disfrutábamos de la sobremesa nocturna y me dirigí a mi escritorio, abrí un cajón y saqué una carta de su interior. Luego se la mostré y le pedí que la leyera.. Jamás a nadie le había contado esa parte de mi vida y menos a ella.
La leyó despacio, a media voz..
A Pepi.................................
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Te quiero
Mientras ella leía la carta yo miraba su cara, y la vi emocionarse. Incluso una lágrima creí advertir en sus hermosos ojos azules. Terminó, la dejó encima de la mesa, se acercó a mi y rozó sus labios con los míos. Me susurró:
---Por qué nunca me dijiste nada.
Luego me dio un beso suave y lánguido que me supo a gloria. Acabamos fundiéndonos en un fuerte abrazo. Ella había comprendido. Los dos teníamos motivos suficientes para llorar aquella noche... y para amarnos después..
Por cierto, la carta fue la última que le escribí antes de que se casara con Pedro, mi mejor amigo. En ella le decía cuánto la amaba y el desgarro que sentí cuando decidió casarse con él. Jamás la eché al buzón, claro.
Joaquín
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