martes, 21 de marzo de 2023

Jamás debí haber echado aquella carta al buzón

                                                                                       


     

Aquella noche, la ya ex-mujer de mi mejor amigo se quedó a cenar en mi casa, y entre lágrimas, y también alguna sonrisa que conseguí provocarle después, me fue detallando su historia. Me contó que apenas se atreve a salir desde el divorcio ni a decirle nada a nadie sobre su desengaño amoroso, aún tiene el corazón destrozado. De su ex-marido (mi amigo) no había vuelto a saber nada, pero me aseguró que a pesar de todo no le guarda rencor, pues fueron unos años de amor mutuo y profundo.

La velada se prolongó más allá de la madrugada. Acabamos la cena, tomamos unas copas, y hablamos y reímos. Pero por un instante se puso seria otra vez, me miró a los ojos y me preguntó del porqué de mi soltería y de mi, sempiterna melancolía. Me sorprendió la pregunta, aún así reconocí su perspicacia. Me levanté del sofá donde disfrutábamos de la sobremesa nocturna y me dirigí a mi escritorio, abrí un cajón y saqué una carta de su interior. Luego se la mostré y le pedí que la leyera.. Jamás a nadie le había contado esa parte de mi vida y menos a ella.

La leyó despacio, a media voz.. Mientras ella leía la carta yo miraba su cara y la vi emocionarse. Incluso una lágrima creí advertir en sus hermosos ojos azules. Terminó y la dejó encima de la mesa, luego se acercó a mi, rozó sus labios con los míos y me susurró al oído:

---Por qué nunca me dijiste nada, tonto..

Luego me besó suave, en un beso lánguido que me supo a gloria. Acabamos fundiéndonos en un fuerte abrazo.... ella había comprendido. Los dos teníamos motivos suficientes para llorar aquella noche... y para amarnos después.. Por cierto, la carta fue la última que le escribí antes de que se casara con mi mejor amigo. En ella le decía cuánto la amaba y el desgarro que sentí cuando decidió casarse con él. Jamás la eché al buzón, claro.

Joaquín






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