Una historia muy nuestra...
A
mi me gustan las tardes grises,
las
melancolías, las heladas,
en
que las rosas tiemblan de frío,
en
que los cierzos gimiendo pasan,
en
que las aves, entre las hojas,
el
pico esconden bajo el ala.
Bellas
mujeres de ardientes ojos,
de
vivos labios, de tez rosada,
¡os
aborrezco! Vuestros encantos
ni
me seducen ni me arrebatan.
A
mi me gustan las niñas tristes,
a
mi me gustan las niñas pálidas,
las
de apacibles ojos oscuros
donde
perenne misterio irradia;
las
de mirada que me acarician
bajo
el alero de las pestañas.
(Amado
Nervo)
¿Quién
alguna vez aun sabiendo de su poca verosimilitud no se ha extasiado
ante una bonita leyenda, tradición o fábula? ¡Son tan
interesantes! ¡Tan cautivadoras!.. En España, por ser un pueblo
milenario y de fecunda historia tenemos cientos a cual mas bonita.
Acabo de leer una, inédita para mí pues no la conocía, aunque algo
había leído del contexto donde se desarrolla, habla de
Castilla, burbujeante manantial de las esencias patrias.
Castilla
se formó como reino de una manera curiosa y, ¡miren lo que fue después! diosa y madre de infinitud de pueblos del mundo a los que
generosamente donó su lengua y la sangre de sus más audaces hijos.
Castilla
dependía en el siglo X del Reino de León. Sus condes eran vasallos
del rey leonés, Sancho I, llamado “El Craso”, por cierto,
¿Saben porqué le apodaron así? Pues porque el menda llegó a
pesar nada menos que 240 kilos. Sí, créanselo, esto no es
leyenda. ¿Y saben qué? pues como perdió el respeto de sus súbditos
que no lo querían por su mala imagen (no podía ni montar a caballo)
pidió ayuda al califa de Córdoba, Abderramán III que, parece ser,
tenía a su servicio un famoso médico judío capaz de curarle.
Y así
fue, al “Craso” se lo llevaron en carreta.. Enfiló camino al sur y llegó a Córdoba.. Todo salió a pedir de boca, en sólo unas pocas semanas adelgazó 150 kilos. El método
para hacerlo, atroz... Le cosieron los labios con lo que no podía
comer nada sólido, sólo infusiones a través de una pajita. Además
le hacían moverse por un pequeño patio tirando de él con cuerdas
pues no quería ni podía dar un paso; y todo eso acompañado de
humeantes saunas de agua hirviendo para sudar. Al final del proceso
fue sometido a un durisimo plan de masajes para acabar con los
colgajos de pellejos sobrantes. El tío quedó como un pincel; lo
primero que pidió cuando se vio tan mono fue un caballo y una moza;
el primero para montar y la segunda para....bueno, lo mismo... Por cierto,
la minuta que cobró Abderramán III por la cura de adelgazamiento no
fue barata, diez fortalezas con sus torreones correspondientes costó
la broma... Pero...
Estábamos
hablando de la independencia de Castilla del reino leones, y volvamos al
tema... El rey leones pidió ayuda durante una escaramuza con los
moros al conde castellano Fernán González. Éste gustosamente se
prestó a auxiliarle y vencieron a los moros. Días después el rey
Sancho (el Graso) solicitó la presencia del conde para darle las gracias.
Fernán González se presentó majestuoso montado en un alazán
blanco y con un precioso azor de cetrería en la muñeca. El rey
leonés quedó prendado del caballo y se lo quiso comprar. Mil
monedas de oro pidió a cambio el conde; el rey aceptó, pero al
estar vacías las arcas del estado propuso suspender el pago hasta un
año después; Fernán González le exigió a cambio que dicha deuda
se duplicase por cada día que pasara de ese plazo...y,
Pasaron los días y semanas y meses, y Sancho “El Craso” se olvidó del asunto. Después de cuatro largos años, Fernán González no llegó a reclamar la deuda, cuando por fin lo
hizo ésta era ya astronómica. Ante la imposibilidad de satisfacer
toda la deuda con dinero, el conde pidió a cambio la independencia de Castilla,
cosa a la que, abrumado, el rey accedió. El resto lo sabemos ya; el
insignificante condado de Castilla se convirtió en reino y después
en imperio, y metrópoli de medio mundo conocido cuando descubrimos
América, sin olvidar, claro está, que su pequeño dialecto llamado
castellano se ha convertido en la segunda lengua mas importante del
planeta... ¡Ahí es nada!...
Dicho
queda...
Joaquin
Yerga
No hay comentarios:
Publicar un comentario