Puedo mirar tus ojos y hablar frívolamente,
casi aburridamente, sobre un tema vulgar.
Puedo decir tu nombre con voz indiferente...
y puedo olvidar.
Puedo estar a tu lado como si no estuviera,
y encontrarte cien veces, así, como al azar...
Puedo verte con otro, sin suspirar siquiera.
y no te puedo olvidar.
--J. A. Buesa--
Cincuentón y muy echao pa'lante, Paco (un ex-compañero de trabajo) y yo quedábamos de vez en cuando a tomar unas cervezas en un bar cercano a contarnos anécdotas de tiempos pretéritos.
Y digo bien quedábamos, porque hace ya unos años dejamos de vernos. Un día, Paco se creyó George Clooney y, ansioso de aventuras extramatrimoniales tardías, no se le ocurrió otra cosa que frecuentar discotecas vespertinas (en Madrid hay muchas) y ponerle los cuernos a su mujer. Se echó una amante, el muy bobo, a su edad.. ¿Cómo creéis que acabó la cosa?..
Efectivamente, creéis bien, no tardó apenas nada en quedarse sin amante, sin mujer y sin hijos y, aunque esto le puede pasar a cualquiera, se fue quedando ciego por una rara enfermedad, con lo que tipo se vio más solo que la una, me costa.
La última vez que lo vi iba con un bastón, solo y prematuramente envejecido. Le saludé y le auguré (para mis adentros) poca vida. Luego me enteré que había muerto y, entiendo que muy arrepentido de su estúpida aventura.
Y es que resulta que tipos y tipas con 45 años son los que más se divorcian, ¿Y cómo eso? Y yo que pensaba que a esa avanzada edad la gente apenas se separaba ya. Incluso siempre creí que imberbes de veinticinco o treinta eran los primeros en romper relaciones.
Claro que pensándolo bien, con cuarenta y pico años se está de lleno en la crisis de los cuarenta, y uno se cree ya decrépito, y entonces mete barriga, se embadurna el pelo con champú anti-canas y sale a la calle creyéndose Richard Gere, y luego pasa lo que pasa, que te pilla la parienta y divorcio al canto. Ahí tenéis el ejemplo de Paco.
Supongo yo que, pasada esa complicada edad y según se acerca uno a los sesenta ya está todo el pescado vendido, es decir, uno se acopla a la pareja, y viceversa. Y no sólo eso, sino que le vemos las orejas al lobo de la soledad y mejor no correr riesgos innecesarios.
En fin, perdonad la franqueza, pero por ahí van los tiros, creo..
Joaquín
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