---¿Crees en Dios, Joaquín?---me preguntó un día una amiga
---¡Uy!---exclamé yo---Sí, creo en Dios, pero a mi manera. Me gustaría creer más, estar seguro de que existe, de que es tal y como me lo han contado siempre. Sería maravilloso saber que me espera allí, en ese idílico lugar que llamamos Cielo.
---Bueno bueno, pero en esto o se cree o no se cree, no hay medias tintas---respondió ella
---Cierto, pero permíteme que dude---le dije---no quiero, pero dudo, por eso te digo que creo a mi manera, que es creer por tradición, por costumbre, y hasta por cierto temor. Creería en Dios con los brazos abiertos si este me hiciera una señal clara de su existencia.
---¿Deliras?---se extrañó---¿cómo te va hacer una señal? ¿a ti solo? jajaja
---Sí sí, ríete---repliqué---no quiero hacerte renegar de tus ideas, pero, ¿por qué Dios tan poderoso y omnipotente como es, no se deja ver en un lugar público para que todos lo veamos y no tengamos que especular sobre si existe o no existe?..
---Pero, precisamente eso es la fe, Joaquín, creer sin ver---alegó mi amiga
---¿Y qué necesidad tiene Dios en andar así?---insistí---¿y por qué manda a su hijo a nacer y morir en un lugar apartado del mundo y que a todos nos cueste siglos saber que ha existido?. ¡Demonios, pero si con sólo una señal suya rotunda todo el mundo creeríamos a pies juntillas!
---¡Vaya! Conociéndote, no sé cómo se me ocurriría hacerte esa pregunta!, jajaja---se carcajeó---Ahora me dejas en la duda, igual que la tuya---concluyó
---¿Sabes una cosa?---le dije pensando zanjar la cuestión---envidio a los muy creyentes. Me encantaría ser un uno de ellos. Sí, estar convencido de la existencia de Dios; mi vida entonces tendría mucho más sentido.
Joaquín
No hay comentarios:
Publicar un comentario