Te
acompañan las barras de los bares
últimos
de la noche, los chulos, las floristas,
las
calles muertas de la madrugada
y
los ascensores de luz amarilla
cuando
llegas, borracho,
y
te paras a verte en el espejo
la
cara destruida,
con
ojos todavía violentos
que
no quieres cerrar. Y si te increpo,
te
ríes y me recuerdas el pasado
¿y
aún me dices que envejezco?.
--Gil de Biedma--
¿Sabíais que si no hay un cura cerca y estamos a punto de morir, siempre podremos contarles nuestros pecados al hombre más honrado que tengamos a mano? Pues sí, se nos perdonará los pecados. Eso dicen, al menos, las ordenanzas eclesiásticas.
Otra cosa es tener a mano ese tipo honrado ¿Y no puede ser una mujer?. Pues no.. ¡¡Ya estamos!!
Mirad lo que os digo:
¿Os imagináis por un momento que hubiera cola delante de los confesionarios de las iglesias? Pues haced memoria los más viejos del lugar y recuerden los tiempos en los que casi había que coger número para confesar..
Mucho ha cambiado el cuento, como en todo. Ahora quizás sólo las mujeres mayores pasan por ese, digamos gustoso trance. Ya veis, qué pecados pueden cometer, las pobres, si apenas salen de casa para ir a misa..
En tiempos pasados la confesión y posterior perdón de los pecados era fundamental para la gente aprensiva.. Morir sin que antes un sacerdote nos diera la extremaunción, que no es otra cosa que el perdón, era motivo de congoja extrema.
En fin. ¡Ah!, y os advierto, si os da por estirar la pata y ando yo por allí cerca, no dudéis en confesaros conmigo, honrado soy a carta cabal. Otra cosa es que pueda mantener el secreto de vuestros pecados mucho tiempo. 😁😁😁
Joaquín
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