Mejor no quiero verte. Sería tan sencillo
cruzar dos o tres calles y tocar en tu puerta.
Tú me mirarías con tus ojos sin brillo
sin poder sonreírme con tu sonrisa muerta.
Mejor no quiero verte, porque va a hacerme daño
pasar por aquel parque de la primera cita.
Y no sé si aún florecen los jazmines de antaño
ni sé quién es ahora la mujer más bonita.
Mejor no quiero verte, porque andando en tu acera
sentiré casi ajeno todo lo que fue mío.
--J. A. Buesa--
Inesperadamente me dijo una noche:
--Joaquín, estoy embarazada..
Acabábamos de cenar. Fue un mazazo para mi, pero un mazazo de felicidad. Jamás lo hubiera pensado. Comprendí entonces su apesadumbrado semblante toda la tarde, que enseguida atribuí a la incertidumbre. Pero me repuse. Le respondí con indisimulada alegría:
--De acuerdo, Conchi, tengamos el bebé, tengo un buen trabajo y unos ahorros. No te preocupes, te amo.
Ella se puso a llorar
--¿Qué te pasa?---le pregunté preocupado---podemos criarlo---le dije
Pero Conchi no me respondía. Seguía llorando. Incluso se enfadó conmigo. Tras una bronca, finalmente me echó de casa. Necesitaba estar sola, me imploró.
Salí a la calle desconcertado. Paseé por la calle Llerena, subí hasta el parque Zurbarán, atravesé los callejones más sombríos y solitarios del pueblo. Incluso lloré en algún oscuro rincón En el único bar que permanecía abierto y a punto ya de cerrar, pretendí ahogar mis penas en alcohol, pero sólo conseguí acrecentarlas.
Terminé en ninguna parte, perdido física y emocionalmente. Recuerdo que llamé a un amigo:
--¿Dónde estoy?---le pregunté confuso
Le di algunas pistas y dio conmigo. Vino a recogerme y me llevó a su casa.
No supe de ella durante un mes. Un día me telefoneó. Me dijo que había tenido un aborto.
Una mujer tiene derecho a elegir, estoy de acuerdo con eso, pero ella sabía de mis ganas de ser padre. Ese bebé tendría ahora diecinueve años.
A veces me pregunto: Quizás se pareciera a mí. Quizás fuera ya universitario. Quizás leería ciencia ficción, o jugaría al ajedrez. Tal vez él me haría preguntas y yo inventaría respuestas.
Dejé de hablar con ella. Aunque siguió enviándome mensajes a través de amigos comunes.
--¡Por favor! ¡por favor, decidle a Joaquín, que me llame!---les suplicaba
Como la amaba, finalmente respondí, la llamé. Y finalmente volvimos a estar juntos.
Al poco volvió a quedar embarazada.
Bueno, ya os he contado bastante. Voy a leer un rato en la cama y luego a dormir, que mañana es el cumpleaños de mi hija Conchita; cumple dieciocho. Su madre me ha prometido que estaremos todos en la fiesta, incluida, Pepi, mi mujer.
Joaquín
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