Sentiré en el fondo de mis manos vacías,
más allá de la bruma de mis ojos huraños,
la ansiedad de las horas convirtiéndose en días
y el horror de los días convirtiéndose en años...
--J. A. Buesa--
De joven tuve una amiga que se hacía llamar Nika. A mi me gustaba el nombre, también la chica. Recuerdo que una vez, atrevido, le pregunté:
---Nika, ¿cuál es tu verdadero nombre?.
Ella se ruborizó y muerta de vergüenza me contestó:
---Nicanora, pero no me gusta que me llamen así.
Realmente la chica estaba traumatizada por ello; aunque es verdad que éramos muy jóvenes.
No sé qué habrá sido de Nika (creo que emigró con su familia a Barcelona) ni si su nombre le condicionó el futuro. Quizás no, o al menos no tanto como sí condicionó su juventud. Lo que si entendí con ella y su infrecuente nombre, es que a veces una contraproducente decisión paterna puede acomplejar la vida de un hijo.
Eso sí, ahora que ni se les ocurra a unos padres españoles poner de nombre a su primer hijo, Crescencio y luego a su hija Agapita, ¡Uy, qué horror! ¡Qué diría la gente, sus amigas!.
Claro que, si en vez de Crescencio les ponen Hugo, Mateo o Leo, al niño, y Martina, Valeria o Sofía a la niña, no pasa nada. Más bien al contrario, exclamarán encantadas esas amigas ¡¡Oh, qué niños más guapos y qué nombres más bonitos!!
Sin embargo:
Asomaos al patio del colegio o a la guardería y gritad, ¡!Leo!! o ¡¡Lucas!! Apuesto que al menos diez niños vuelven la cabeza creyendo que le llaman a él. Preguntad preguntad a vuestros hijos o nietos por sus amiguitos, seguro que entre ellos hay dos tres con nombres repetidos.
¿Sabéis lo bueno que tenía llamarse Nika? Pues que en aquellos tiempos apenas usábamos apellidos para reconocernos. A pesar de ser más de veinte chiquillos en mi escuela, todos éramos únicos: el Eustaquio, el Casimiro, el Fructuoso, el Higínio, la Nika, la Patro, la Puri
Conste que un nombre identifica a una persona y la distingue de las demás. Digamos que es el punto de anclaje más importante de su identidad. Así que, a la larga, tener un nombre poco común y único tiene efectos muy positivos sobre la conducta y el estado psicológico del individuo, fortalece su autoestima.
Menos mal que, Mari Carmen, con un total de 636.109 de mujeres que se llaman así, son las más habituales en España, todavía.. En hombres, Antonio, con 627.738, los más comunes, pero por poco tiempo.
En fin, que se me perdone. Por cierto, Feliz Año y Felicidades a todos los Manueles, hoy es su santo...
Joaquín
El mío JOSÉ y es el que más me gusta sobre todo porque lleva 70 años con migo.🤣🤣🤣
ResponderEliminarEl mío Felipe José llevo con el 76 años y me encanta de verdad
ResponderEliminarYo eustaquia ,70 años pero no me gusta
ResponderEliminarYo agradezco Ami madre que me pusiera María Paz y no encarna como quería la que iba a ser mi madrina que luego no lo fue
ResponderEliminarEl mío bastante común María 44 años conmigo jejej... pero bien bonito 🫶🏽🤭
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