Mejor no quiero verte. Sería tan sencillo
cruzar dos o tres calles y tocar en tu puerta.
Pero tú me mirarías con tus ojos sin brillo
sin poder sonreírme con tu sonrisa muerta.
Mejor no quiero verte, porque va a hacerme daño
pasar por aquel parque de la primera cita.
Y no sé si aún florecen los jazmines de antaño
ni sé quién es ahora la mujer más bonita.
Mejor no quiero verte, porque andando en tu acera
sentiré casi ajeno todo lo que fue mío.
Aunque es sólo una esquina donde nadie me espera
y unos cristales rotos en un balcón vacío.
--J. A. Buesa--
Sentados en la terraza de un bar con una cerveza en la mano e intentando sofocar el bochorno de la noche, me soltó la pregunta. Fue a principios de verano y celebrábamos su cumpleaños, con regular alegría.
--¿Dime papá, cuál es la mejor manera de superar este trance, de llegar a ser una mujer independiente y feliz, tú que tienes experiencia?.
Mi hija es joven, aunque no tanto, así que, no sé, enseguida pensé que me hacía esa pregunta por viejo más que por sabio.
Me puso en un aprieto, en un principio no sabía qué decirle, pero enseguida recapacité y le di unos consejos sobre lo que, bajo mi criterio, si le puede arruinar su futuro, ahora que empezaba una nueva vida.
--Mira, hija---le dije---si piensas de manera negativa y crees que todos los hombres son iguales porque uno te hizo daño, ese no es el camino.
Debió ser que le recordé episodios poco agradables, porque dos lagrimillas resbalaron por sus mejillas.
--Lo sé, papá, pero no puedo evitarlo, compréndelo---respondió resignada
Cómo no voy a comprenderla después de los últimos años tan penosos que ha vivido, y eso que apenas me contaba lo justo para no hacernos sufrir, a su madre y a mi. Y le dije más:
--Pero no busques la felicidad en otra persona, la felicidad está en ti misma, que tú eres muy dada a la dependencia emocional de otros.
A este último consejo que le di, me respondió que no le descubría nada nuevo, que eso ya lo sabía. Aún así volví a la carga con nuevas recomendaciones.
--Qué más te puedo decir que tú no sepas, cariño---insistí--pero a tu edad, si te empeñas en ser pasiva, dejada, y no buscas nuevos sueños, te costará salir de esta.. Te diría algunas cosas más, pero estos principios son básicos. Y recuerda que tanto tu madre como yo estaremos siempre pendientes de ti—concluí
No se quedó conforme. Le decía esas cosas por lo que intuí de habitual en estos casos de separaciones traumáticas, y por su actitud reciente. Ignoro qué esperaría más de mi; eso me produjo desazón.
Todos mis consejos iban dirigidos a lo que tenía enfrente de mi aquella noche, es decir, a una mujer de 35 años, divorciada, defraudada prematuramente de la vida, sola, pero con mucho camino por delante, y expuesta, eso sí, a infinidad de peligros.
Joaquín
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