Dos cafés todavía humeantes sobre la barra del bar eran los únicos testigos de nuestra conversación. Principiaba el invierno y celebrábamos su cumpleaños con regular alegría. Recuerdo especialmente aquel momento por la embarazosa pregunta que me hizo:
--Papá: ¿Cuál es la mejor manera de superar este trance, de llegar a ser una mujer independiente y feliz.. dime, tú que tienes experiencia?.
Mi hija es joven, aunque no tanto, así que, no sé, enseguida pensé que me hacía esa pregunta más por viejo que por sabio. Me puso en un aprieto, pero enseguida recapacité y le indiqué unas pautas sobre las que, bajo mi criterio, le puede arruinar su futuro, ahora que empezaba una nueva vida.
--Mira, hija---le dije---si piensas de manera negativa y crees que todos los hombres son iguales porque uno te hizo daño, ese no es el camino.
Debió ser que le recordé episodios poco agradables, porque dos lagrimillas resbalaron por sus mejillas.
--Lo sé, papá, pero no puedo evitarlo, compréndelo---respondió resignada
Cómo no comprenderla, dios mío, después de los últimos años tan penosos que ha vivido, y eso que apenas me contaba lo justo para no hacerme sufrir.. Y le dije más:
--Pero no busques la felicidad en otra persona, que tú eres muy dada a la dependencia emocional de los demás; la felicidad está en ti misma
A este último consejo, me respondió con que no le descubría nada nuevo, que eso ya lo sabía ella. Aún así proseguí:
--Qué más te puedo decir que tú no sepas, cariño---insistí--pero a tu edad, si te empeñas en ser pasiva, dejada, y no buscas nuevos sueños, te costará salir de esta.. Te diría algunas cosas más, pero estos principios son básicos. Y recuerda que tu familia estaremos siempre pendientes de ti—concluí
No se quedó conforme. Le decía esas cosas por lo que intuí de habitual en estos casos de separaciones traumáticas, y por su actitud reciente. Ignoro qué esperaría más de mi; eso me produjo desazón.
Todos mis consejos iban dirigidos a lo que tenía enfrente de mi aquella mañana, es decir, a una mujer de 35 años, divorciada, defraudada prematuramente de la vida, sola, pero con mucho camino por delante, y expuesta, eso sí, a infinidad de peligros.
Joaquín
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