La vi pasar con otro, risueña y arrogante.
Me pareció más bella, más gallarda... No sé.
Sólo sé que de nuevo la amé en aquel instante,
más que cuando fue mía, si es que entonces la amé...
--J. A. Buesa--
Me confesé con ella aquella tarde, aunque no le dije toda la verdad. La había conocido días atrás en la Cafetería España, de Zafra, de casualidad. Los dos tomábamos un café en la barra, no había nadie más. Entablamos una conversación tonta. Quedamos en vernos al día siguiente..
Ahora estábamos en la cama, en la habitación del pequeño Hotel Plaza Grande, en el centro, y acabábamos de hacer el amor.
Cigarrillo en mano le decía:
---Yo también cometí un error, cariño, quizás el más grande de mi vida, pero las circunstancias mandan, como siempre.
Ella se dio la vuelta, me miró con ojos lánguidos y me dijo muy seria:
---¿Y quién no ha cometido errores, Joaquín? Ya has oído los míos.
Cierto, no había sido fácil su vida. Un rato antes habíamos hablado de todo eso, y he de confesaros que pocas mujeres he conocido en mi vida con un pasado tan complicado como el suyo. Lo malo es que yo pretendía complicárselo aún más.
Exhalé una bocanada de humo hacia el techo y proseguí con mis confidencias:
---Fíjate qué cúmulo de desgracias---le dije intentando justificar la maldad que iba a cometer con ella---cumplía cuarenta y cinco años cuando quedé sin empleo; mi mujer trabajaba a media jornada y el resto del tiempo lo dedicaba a sus amigas, con lo que con ella no podía contar. Además, enseguida me lo dejó bien clarito: “Joaquín, no voy a cambiar mi vida por estas circunstancias tuyas”. El resto te lo puedes imaginar, mis hijos mayores, sin amigos. En fin, la tormenta perfecta.
Me contestó rápido, sin pensar, y noté en su mirada cierta benevolencia:
---No, si te comprendo. Ya te he dicho que algo parecido me pasó a mi
Luego me pidió un cigarro. Saqué uno de la pitillera y se lo encendí. Se lo puse en los labios y proseguí con mis cuitas:
---Ahora te confesaré mi pecado---reiteré decidido---aguanté cuatro o cinco semanas pero, indefectiblemente empecé a venirme abajo. Me tiraba las horas muertas viendo la tele, con el ordenador, leyendo, escuchando radio, paseando solo.. Una tarde vi un anuncio de un club de amigos online, y me apunté. Di mis datos y colgué una foto (la que creí más favorecedora), a los dos días, Luisa, una chica divorciada quería conocerme.
---¿Esa es la Luisa de la que me hablaste el otro día en la cafetería?---me preguntó ella
---Esa misma---le dije---chateamos a través de mensajes durante un tiempo; mi vida empezó a cambiar, me animé. Te juro que mis intenciones eran limpias, hablar y tener amigos era todo lo buscaba. Pero Luisa se empeñó en oír mi voz, y le di el teléfono, y hablamos, y quedamos.. Se enamoró de mi, que no yo de ella, conste.
---Vaya, Joaquín, lo siento---se sorprendió---me duele oírte decir eso, pero prefiero que seas sincero y no me mientas. Estoy asqueada de mentirosos---concluyó muy seria mientras aplastaba la colilla sobre el cenicero de su mesilla.
---Por ahí no me vas a pillar---insistí---una vez cometí un error y no se repetirá jamás. Dos meses duró lo mío con Luisa; hasta que un día se enteró mi mujer. Le juré y perjuré que apenas era una aventura circunstancial, que no había nada entre nosotros; no hubo manera. Con Luisa rompí, pero lo de mi mujer fue a más, me refiero a su enfado. Así que ya lo sabes, enfadados seguimos. Cinco meses lleva sin hablarme, y sin esperanza de que lo haga algún día---concluí
A mi nueva amiga le mentía sólo a medias. Ella lo sabe todo de mi, que estoy casado y sigo con mi mujer, pero cree que no tardaremos en romper, y he ahí mi crueldad, porque esto último es una mentira podrida. No obstante, los dos estamos necesitados de cariño, y ella muy mosqueada con los hombres.
Llevamos unos meses viéndonos a escondidas en habitaciones de hoteles de mala muerte por los alrededores de Fuente de Cantos.
Por cierto, no le he hablado de futuro. Y es que ella no lo sabe, pero no lo tendremos..
Joaquín